El martes doce de noviembre el Psicopedagogo, pensador e ilustrador italiano Francesco Tonucci fue el protagonista de una mesa redonda en Matadero Madrid sobre el programa europeo Stars que se está empezando a aplicar en unos cuantos centros escolares de la ciudad de Madrid tal y como lo aplican algunas ciudades europeas, sobre todo en Italia y otras metrópolis como Buenos Aires o Rosario en Argentina.
Antes de explicarles en resumen el contenido de esta iniciativa quiero acercarles unos retazos biográficos de Tonucci, que en el mundo de la psicopedagogía está considerado como una de las más importantes autoridades en investigar el desarrollo cognitivo de los niños y la metodología educacional. Nacido en la ciudad italiana de Fato hace ya más de sesenta años se licenció en Pedagogía en Milán y en los años noventa fue presidente e investigador en el Instituto Psicológico del Consejo Nacional de Investigación de Italia que lleva a cabo un interesante proyecto de educación ambiental en el que los niños juegan un papel esencial. (Carlos Feral)
El Programa Stars de Francesco Tonucci. Escuelas para vivir. Por: Carlos Feral.
Tonucci critica la escuela actual y hace hincapié en los pecados capitales que la sociedad desarrollada comete contra los niños pero buscando y proponiendo soluciones a los problemas que detecta y desarrollando proyectos muy interesantes que desde la práctica aportan soluciones y se retroalimentan desde la experiencia de su aplicación en distintos tipos de sociedades para hacer niños más libres y creativos, más ecologistas y democráticos, niños que “Tengan algo que contar en la escuela o cuando llegan a casa”. Niños a los que les pase algo porque están tan sobreprotegidos contra lo malo que tampoco les pasa nada de bueno o extraordinario.
La escuela y la sociedad dictan los contenidos que un niño tiene que aprender para desarrollarse en la sociedad que le ha tocado vivir pero ese es el error. La escuela debe adaptarse a las necesidades de los niños, escucharles. Atender a sus demandas y hacer que los contenidos que se trabajen en el colegio sean los que realmente propongan los niños ya que parten de sus necesidades y sus intereses. No se trata de que los niños sean el centro del universo pero tampoco que sean algo residual y teledirigido, sin voz ni voto en algo que, al fin y al cabo les va a marcar toda su vida de adulto: la escuela, el hogar y las ciudades en las que crecen. No son recipientes que debemos llenar de datos sino actores en la sociedad que les toca vivir: “Si los niños participan activamente en la gestión y en la toma de decisiones escolares, como la estipulación de las reglas que se aplicarán en los recreos, el niño no se sentirá esclavo, sino un ciudadano libre y soberano, uno de los objetivos que debe perseguir una escuela democrática”.
Ustedes se preguntarán qué hace un artículo como este en una revista que trata de arte. Pues déjenme que les diga que precisamente este artículo quiere abrir los ojos a unas realidades que muchos creen que van disociadas: cultura y escuela. No se dan cuenta que son la misma cosa. La misma realidad, quizá una dentro de otra o quizá una al mismo nivel que la otra pero unidas de forma indisoluble. Tonucci lo resume muy bien en esta frase: “La escuela debe ser un lugar bello, donde se pueda respirar cultura, haya música, arte, sea agradable y cómoda. Debe preocuparse por ofrecer a todo el mundo aquellas bases, aquellas motivaciones, aquellos modelos culturales imprescindibles para construirse en patrimonio de conocimiento, habilidades y competencias”.
Dice Tonucci que el papel de los maestros, de los alcaldes, de los vecinos, de los comerciantes es esencial en el proyecto Stars. Si los niños son capaces desde edades tempranas de acudir sin la compañía de adultos hasta las escuelas no sólo estamos haciendo un gran favor a esos niños sino que sin darnos cuenta le hacemos un gran favor a la sociedad. Las calles son mucho más seguras si hay niños en ellas. Antes, los niños íbamos al colegio con nuestros amigos del barrio y con nuestros compañeros de clase. Los vecinos, los comerciantes del barrio o del pueblo eran nuestros anónimos ángeles de la guarda que nos ayudaban en caso de apuro o necesidad. Y estamos hablando de una sociedad que no tenía teléfonos móviles ni cámaras por las calles, ni policía de proximidad. Las viviendas estaban volcadas al tráfico de los transeúntes no de los coches y desde la calle se podía sentir el latido de los vecinos del barrio. Ahora los bloques de viviendas son parques cerrados con comercios o sin ellos en su planta baja que aíslan al individuo. La sociedad asimismo se ha vuelto medrosa y sobreprotectora y no deja a los niños jugar en las aceras o en los parques sin la supervisión de sus padres. ¿Saben que en una pequeña ciudad italiana de cien mil habitantes en la que se aplicó el programa de dejar a los niños ir solos al colegio, bueno quien dice solos dice que van con su grupo de amigos, no hubo ni un solo incidente en diez años? ¿Saben que en algunos barrios de Rosario o Buenos Aires en los que había escuelas que aplicaban esta metodología la delincuencia descendió hasta niveles del cincuenta por ciento?
En fin. No quiero alargarme en datos ya que lo único que pretendo es acercarles la filosofía de Francesco Tonucci para que ustedes valoren los datos y las evidencias de esta utopía que empieza a dejar de serlo gracias a la ilusión de tantos maestros, políticos y ciudadanos que lejos de dejarse arrastrar por la corriente aún se atreven a soñar con un mundo mejor.