“Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
(Miguel Hernández. Elegía)
EN EL CENTENARIO DE MIGUEL HERNÁNDEZ. (CON RAMÓN SIJÉ AL FONDO). Por: José Julio Perlado
«En el último número de la “Revista de Occidente” – así lo anunciaba en “El Sol” Juan Ramón Jiménez el 23 de febrero de 1936 – publica Miguel Hernández, el extraordinario muchacho de Orihuela, una loca elejía a la muerte de su Ramón Sijé y seis sonetos desconcertantes. Todos los amigos de la “poesía pura” deben buscar y leer estos poemas vivos. Tienen su empaque quevedesco, es verdad, su herencia castiza. Pero la áspera belleza tremenda de su corazón arraigado rompe el paquete y se desborda, como elemental naturaleza desnuda”.
“Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por dolor me duele hasta el aliento”.
(…)
Este “compañero del alma” – tan traído y llevado luego por canciones, en músicas, en escenarios, cantado de modo encendido por brazos nostálgicos – tenía en su nuez una dedicatoria: “En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería”. “El verdadero nombre de Ramón Sijé era José Ramón Marín Gutiérrez – contaba José Martínez Arenas, el ex alcalde de Orihuela – Su padre tenía en la calle Mayor un comercio de tejidos. Era un mozo de salud delicada, muy feo, pero de una inteligencia excepcional (…) Consciente de su fealdad, salía poco pero leía y escribía mucho. Su primer artículo, “España, la de las gestas heroicas”, había sido publicado por la revista “Héroes” de Madrid en marzo de 1926, cuando él apenas tenía doce años (…) Ortega y Gasset lo admiró realmente y lo publicó en su “Revista de Occidente”. Para “Cruz y Raya” escribió dos importantes ensayos: “San Juan de la Cruz” y “El golpe de pecho, o de cómo no es lícito derribar al tirano”. Era un joven de una gran vida espiritual, hipersensible, atenaceado sin cesar por su inquietud y sus angustias interiores”.
“La verdadera amistad entre Miguel Hernández y Ramón Sijé – recordaba a su vez otro testigo de aquellos tiempos – data de la época en que Miguel escribió sus primeros poemas. Se consideraban como hermanos. Miguel y Sijé se habían jurado, inclusive, que si uno de ellos llegaba a morir, el otro debería cavar la tumba del amigo desaparecido. Sijé murió muy joven, a los 22 años, en diciembre de de 1935, en Orihuela. Al saberlo, Miguel, que vivía entonces en Madrid, vino a Orihuela con la intención de cumplir su promesa. Cuando llegó, Sijé ya había sido enterrado. Miguel, furioso, pretendió exhumar a su amigo y cavarle una nueva sepultura. Nos costó muchísimo disuadirlo de cumplir su proyecto…”
Y la elegía continuaba:
“Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes,
sedienta de catástrofes y hambrienta”.
(…)
Carmen Conde, en la “Revista Hispánica Moderna”, Nueva York, en 1937, recordaba esta elegía diciendo que no se puede lamentar con mejor voz la muerte de un adolescente. “Y también aquí – comentaba – está el ímpetu de fiera, con redobles de ternura bajo sus espadas de baraja: la obstinación enamorada que hace del belfo del animal una mano sumamente sensible que tacta la corteza mojada de llanto para buscar un cuerpo enfriado…”
“Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte,
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero”.
El pie de esa elegía lleva fecha 10 de enero de 1936 pero los versos vuelan y son cantados, ampliados, recordados y mecidos en páginas de muy diversas antologías. “Ya no se pueden hallar adjetivos para la tierra que se ha hecho huracán – evocaba Carmen Conde al leerlos – y para el huracán que se ha quedado en rosa…”.
Flamenco Rojo
noviembre 8th, 2010
Miguel Hernández…ese extraordinario muchacho de Orihuela…
Saludos.
Isa
noviembre 14th, 2010
Preciosa la poesía de Miguel Hernández.
Un abrazo, Alena.
Marina
noviembre 15th, 2010
Un gran poeta! Me entusiasman sus poemas…
por el cinco de enero
cada enero ponía
mi calzado cabrero,
a la ventana fría.
Y encontraba los días
que derriban las puertas
mis abarcas vacías
mis abarcas desiertas.
Gracias por traerlos a quí. Un beso.
Pilar
noviembre 16th, 2010
La poesía de Miguel Hernandez sigue siempre viva. Es una fuente de sensaciones. Con toda seguridad es esa «aspereza» la «mecha» que enciende la pasión por su lectura.
catherine
noviembre 26th, 2010
Lo celebran hasta en mi ciudad de Francia en la casa España.
Marina
noviembre 26th, 2010
«Un buen poete nunca muere» Miguel Hernandez, igual que otros de su tiempo… Queda para siempre hablándonos con sus poesías bonitas y profundas. Un beso y gracias por traerlas aquí.
Arena del desierto
soy, desierto de sed.
oasis es tu boca
donde no he de beber.
húmedo punto en medio-
de un mundo abrasador
el de tu cuerpo, el tuyo,
que nunca es de los dos.
Un beso y gracias José Julio Perlado, por el homenaje a este gran poeta.