Hace mucho más de un siglo – evoca en sus “Paseos por Madrid “Corpus Barga -, “en enero de 1900, el pregón más sonoro de la capital era el que se oía ya entrada la noche, a las diez, a las once, en el barrio de las Descalzas Reales, a dos pasos de la Puerta del Sol, barrio en el centro de Madrid y, sin embargo, muy cerrado y aislado con su gran plaza destartalada, en la que hacía esquina el caserón del convento, y con sus callejas pobladas de rincones. La calle de Trujillos tenía una casona noble que no estaba en línea con las demás, sino que se ladeaba sacando despreciativamente un hombro, una arista que estrangulaba la calle, apenas si dejaba paso a los coches de la cochera que había en la casa. (…) Por aquel año 1900 sonaban mucho los pregones en Madrid. Se les oía muy distintamente. Sus gritos desgarrados, melancólicos o profundos, como viviendo de muy lejos, recorrían las calles, atropellados a veces por la carrera de un coche, zarandeados otras por el bamboleo de una carreta de bueyes o el traqueteo de un carro de tres o cuatro mulas en reata”. ( José Julio Perlado).