Así se anuncia la exposición del Museo de Grenoble en colaboración con la Fundación Alberto y Annette Giacometti. Las tres palabras resumen el trabajo del artista: situar en el espacio y confrontar cabezas y figuras.
Alberto Giacometti (1901-1969) es un escultor importantísimo del siglo XX y también un pintor, un dibujante y hasta un diseñador de objetos para la casa (se puede admirar una lámpara casi etrusca, la Lampe coupe aux deux figures). Nació en Suiza y trabajó la mayoría de su vida en París sin perder el contacto con su país natal donde se refugió durante la guerra. En Francia conocemos especialmente sus gigantescos Hombres que andan en el patio de la Fundación Maeght de Saint Paul de Vence. Ignorar el resto es perderse gran parte de su talento. ( Catherine Beaume).
Giacometti: Espacio, cabeza, figura. Por : Catherine Beaume.
En 1952 el Museo de Grenoble compró la Cage (1950), la Jaula, primera obra de Alberto Giacometti adquirida por un museo francés. A
partir de esta escultura la exposición organiza un recorrido en su obra, antes y después de la guerra, a través de 70 esculturas, pinturas, obras gráficas, fotografías y cartas a su amigo Pierre Matisse, galerista en Nueva York, proviniendo de colecciones públicas y privadas francesas u extranjeras y sobre todo de la Fundación Alberto y Annette Giacometti que financió la restauración de La Cage del Museo de Grenoble con motivo de este evento.
Esta obra de bronce pintado, que reúne una figura y una cabeza de proporciones muy diferentes en un espacio delimitado y abierto a la vez sintetiza la búsqueda del artista: definir la relación de la obra con el espacio, bien sea con esta jaula usada varias veces o con una falsa ventana en los cuadros, un halo alrededor de sus mujeres pintadas o el zócalo que aparece poco a poco.
El recorrido empieza con la Boule suspendue (1931), una bola colgada ya en una jaula que le valió una invitación al grupo de los surrealistas, del cual André Breton le excluyó en 1935. Le Nez (1947-1949), la Nariz, es un eco de ese periodo, con el apéndice nasal desproporcionado que reventa el espacio de la obra para acercarse al espectador, a la vez ridículo como Pinocho y amenazante con su cuello en forma de culata de revólver.
Dos salas nos enseñan su búsqueda constante: sobre el tema de una figura femenina de pie vemos una gran pintura en una puerta de madera del taller de su padre, bosquejos en las paredes de su propio taller (que fueron recuperados tales frescos) o sobre una gran tela que no duda en cortar para salir lo que le interesa más y una excepcional Figurine dans une cage, figura diminuta de yeso pintado. Aquí está también la lámpara y con ella aparece el zócalo que encontraremos en las estatuas siguientes.
La piedra angular de la exposición es la sala con dos versiones de la Cage, la de 1950 de Grenoble en bronce pintado y la 1965 de la Fundación Alberto y Annette Giacometti. Al hilo del tiempo el artista retocaba sus obras. Una versión pintada de la figura editada sin más adornos nos enseña que para Giacometti una parte de una obra ya es una obra. “La escultura no es un objeto, es una interrogación, una cuestión, una respuesta. No puede estar ni terminada ni perfecta” decía en 1957.
En la misma época que la Cage, 1950, Giacometti realizó dos obras importantes Quatre figurines sur piédestal y Cuuatro mujeres en un zócalo. Nos damos cuenta en la confrontación de las dos obras que la percepción de un mismo tema cambia con la escala y la basa. Las filas de cuatro mujeres desnudas y de pie parecen deseables u amenazantes.
La figura y la cabeza están ya juntas en la jaula. En la Forêt (1950) la cabeza se encuentra con siete figuras de mujeres de tamaños diferentes, mujeres-árboles ancladas en el suelo-zócalo pero filiformes y el hombre-roca reducido a su busto enorme.
La sala más larga propone muchos otros encuentros de bustos de hombres y figuras femeninas de tamaños diversos hasta el proyecto para
un monumento en una plaza de Nueva York en 1960, la Grande femme IV, mujer muy alta de 2,70m de altura y la Grande tête, una cabeza de casi un metro. La Grande femme es el emblema de la exposición y nos interpela y maravilla en cada esquina de la ciudad.
Delante de la Femme Leoni de 1947, (1,70m) como delante la Figurine de 1953 (10cm), tan finas y alargadas sentimos la misma voluntad de idealización del modelo. El Grand nu de 1961, una mujer desnuda, de 1,70 de altura también, pintada al óleo, que nos mira de pie como las estatuas, nos enseña que Giacometti siguió registrando e afinando la figura femenina hasta los últimos años de su vida.
Esta misma búsqueda la constatamos en el otro tema recurrente en su obra, la cabeza: con yeso pintado, óleo sobre tela y dibujos intenta hacer el retrato de un hombre hecho de todos los hombres. Una cabeza se parece mucho a su hermano Diego, pero el cabello es de Alberto. La serie de pinturas de las Cabezas negras (años 1960) acompañadas en la última sala de una cabeza de yeso pintado o de cabezas esculpidas evidencian los intercambios entre sus varios dones: “sé lo que veo sólo trabajando” decía.
Esta exposición muy didáctica podría parecer pesada para quien no sabe mucho de la escultura del siglo XX. La museografía que disemina las obras en numerosas salas y a la vez las confronta o las reúne ayuda mucho para entrar en el misterio de la búsqueda interminable de Giacometti para reproducir lo real, perfeccionando su descubrimiento de lo humano con su lápiz, su pincel o sus manos. Para dejarse fascinar por este misterio es preciso dedicar todo el tiempo necesario y dejarse impregnar por la belleza de este estilo tan depurado y sobrio.
Para todas las obras reproducidas: copyright: Succession Alberto Giacometti (Fondation Alberto et Annette Giacometti, Paris+ ADAGP, Paris).
Flamenco Rojo
abril 26th, 2013
Visitar la exposición contigo, querida Catherine, tiene que ser un lujazo.
Besos,
Pepe Gonce