Pedro I El Grande viajó a Holanda a finales del siglo XVII.
El primer monarca ruso que viajó fuera de sus fronteras. Inteligente, hábil, ansioso por aprender: impulsó las relaciones comerciales entre los dos países y en Holanda proyectó su sueño de una nueva Petersburgo.
A través de una exposición podemos entender mejor a este zar y su momento histórico. Nos lo cuenta Pilar Moreno.
(La mitad de esto es verdad.
La otra mitad probablemente no lo es.
No me reprocheis si añado algo
o si lo quito.
Os lo cuento como nosotros lo oímos.)
(Manás. Poema épico del pueblo kirguís.)
La casita del zar. La exposición de Pedro I El Grande. Por : Pilar Moreno.
Rusia, el país más grande del mundo, conoce una agitada historia. Sus orígenes podemos fijarlos con la llegada de los pueblos eslavos y el surgimiento del principado de Kiev, un estado medieval precursor de la Rusia de hoy. Su geografía, esas grandes extensiones de terreno, la estepa y los desiertos, las enormes llanuras, la tundra en el norte, con helados inviernos y veranos sin apenas vegetación, ejercen en mí una gran atracción. La música clásica rusa, la danza, el ballet, están arraigados en la cultura del pueblo ruso. La literatura, con escritores como Dostoyevski, Tolstoi, Pushkin, Turgenev y Pasternak, me llevó hasta el corazón de la nación con temas que van desde dar a conocer una sociedad marcada por el dominio absoluto de los zares, la miseria y la esclavitud, hasta mostrar una visión política con sus movimientos revolucionarios. No olvido tampoco que la poesía me abrió el camino hasta los sentimientos de un pueblo que ha sido probado por su historia.
Yo he muerto, pero tú aún respiras.
Y el viento, con su queja desdichada
desde las lejanías infinitas
hace temblar al bosque y a la dacha.
No sacude los pinos uno a uno
sino que los agita a todos juntos
como si fuesen cascos de veleros
meciéndose en los muelles de algún puerto.
Y no lo hace por simple atrevimiento
sino porque desea encontrar dentro
de la tristeza las palabras justas
que necesita tu canción de cuna.
Boris Pasternak
Parte de esta historia ha llegado ahora aquí junto con la exposición que hasta septiembre presenta el museo Hermitage de Amsterdam, dedicada a Pedro I el Grande. Este año se conmemora la visita del zar ruso a Holanda a finales del siglo XVII y las relaciones comerciales que se entablaron entonces. Pedro I era inteligente y hábil. Desde jóven practicó diversos oficios y nunca dejó la oportunidad de aprender algo nuevo. Fue el primer monarca de su país que viajó fuera de sus fronteras. En marzo de 1697 salió de Moscú. Recorrió Inglaterra, Francia y Viena, pero donde más a gusto se encontró fue en la próspera República holandesa. Pedro I pasó algún tiempo en Amsterdam, que le sirvió de modelo para su nueva capital, San Petersburgo, que ordenó construir a las orillas del río Neva. Según cuentan las crónicas, o puede ser solo una leyenda que quiere ser verdad, Pedro I trazó una cruz con su bajoneta en aquel suelo pantanoso, para indicar donde debería levantarse la ciudad. No se escatimó dinero y se perdieron muchas vidas humanas por lo esforzado del trabajo y por la dificultad de las obras de construcción.
Marino, carpintero, gran erudito y un héroe
profundamente cautivado por Rusia,
un trabajador encariñado con el trono del país.
Alejandro Pushkin
No hay otro zar del que se hayan conservado tantos objetos personales. Además de retratos, cuadros y dibujos, la colección se completa con joyas, armas, documentos, zapatos, un botiquín de viaje, piezas de vestir y piezas arqueológicas, el corazón disecado de su chambelán y hasta una mascarilla que se le hizo al morir. Un carruaje que utilizaba para recorrer los jardines, cierra la exposición. Aproximadamente unas 700 piezas nos dan a conocer el lado más personal del zar, sus exigencias, su afán coleccionista, y sus deseos de aprender. Pedro de Rusia tenía un lado oscuro y perverso que le hizo participar personalmente en ejecuciones y torturas. De esta manera ordenó detener a su hijo Alexis, que había participado en una sublevación contra su padre. El castigo fue tan intenso que tuvo que pagarlo con su muerte.
El zar Pedro I llegó en 1697 a Zaandam, cerca de Amsterdam, para conocer los secretos de la construcción naval. En el Siglo de Oro los holandeses eran mundialmente conocidos como excelentes navegantes y constructores de barcos. El zar quería hacer de Rusia un país moderno, importante y grande, y comprendió que un puerto era el mejor medio para ello. La casa donde se alojó durante su estancia en Zaandam aún se conserva y es uno de los ejemplos más antiguos de construcción holandesa en madera. Recientemente renovada, para proteger la madera, la han rodeado de una construcción en piedra, y ahora es un lugar de atracción para el turista. Es de tamaño reducido, sólo con dos pequeñas habitaciones y una cocina diminuta. El zar era un hombre alto, medía dos metros, pero a pesar de su mucha altura prefería los espacios pequeños. Comía y dormía siempre en habitaciones reducidas, tenía angustia por las grandes masas de gente y los amplios espacios despejados, padecía agorafobia. La casita se adapta a la imagen que los rusos quieren tener de Pedro I, un gran hombre para quien nada es demasiado pequeño.
No busco oro,
pero no olvides nunca que soy el zar.
Pedro I el Grande