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La Rusia desconocida El orientalismo pictórico 1850-1920 Por : Pilar Moreno Wallace.

Siempre ha existido una gran fascinación por el mundo oriental, que fue considerado un lugar de aventuras, un paraíso exótico y sensual de jeques, sultanes y odaliscas, de palacios y fuentes, de bazares y toda clase de perfumes y especias. Era el terreno desconocido que los relatos de las Mil y una Noches hacían vislumbrar. Las primeras fuentes sobre Oriente las tenemos en los escritos de misioneros y comerciantes que ya en el siglo XVI viajaron hasta allí, aunque fue en el siglo XIX con Napoleón y su campaña en Egipto, la guerra de la independencia de Grecia, la guerra de Crimea y la apertura del canal de Suez, cuando este tema empieza a estar más documentado. El interés de entonces genera una corriente activa  a la que se conoce con el nombre de orientalismo y que se extendió al mundo de las artes y de las letras. ( Pilar Moreno )

 

 

La Rusia desconocida  El orientalismo pictórico 1850-1920  Por : Pilar Moreno Wallace.

 

 

Con el orientalismo se muestra una manera de pensar. En Europa contribuía a ello su condición de vecinos y ser zona de colonias. También Rusia conocía el orientalismo, la atracción de territorios insólitos, pero en su caso, los rusos, ya tenían su propio Oriente. Como país euroasiático, el Este ha formado siempre parte de su cultura, siendo una zona de interés en su política militar. Es evidente que la historia y la cultura de este país está unida a la de sus vecinos del sur. Dos son las fuentes para el orientalismo ruso; las tradicionales escuelas científicas de los pueblos orientales, que estaban afincadas en Rusia y por supuesto el orientalismo europeo. También viajaron muchos artistas rusos a Palestina, Marruecos y Egipto; la mayoría a zonas alrededor del Caúcaso, y a regiones misteriosas como Uzbekistán Turkmenistán, Kirguizistán, entre otras. Este contacto fue la base de inspiración de magníficas obras.

 

 

 

Intentando descubrir la existencia de este orientalismo ruso visité el museo de Groningen. Es un edificio de arquitectura moderna, diseñado y construído por el arquitecto italiano Alessandro Mendini en 1994. Después de unos ocho meses de reforma ha abierto de nuevo sus puertas con la exposición La Rusia desconocida, arte pictórico orientalista 1850-1920.

Con ella podemos conocer el lazo histórico de Rusia con sus vecinos Uzbekistán, Georgia, Armenia y Crimea, marcado por la atracción que ejercían las tradiciones orientales. La exposición está formada por más de cien obras y variados temas, alegorias, impresiones de viaje, escenas de guerra, la vida diaria en la Rusia oriental y el bíblico Oriente. Esta influencia también atravesó diferentes fases, en las que las circunstancias sociales jugaban un papel; las relaciones políticas, los debates geográficos o los sentimientos étnicos o nacionalistas.

 

 

 

 

Uzbekistán fue una fuente de inspiración para los pintores rusos del siglo XIX. Vasili Vereshchagin viajó con el ejército en expediciones al sur. Como un fotógrafo de guerra, pintaba tanto la despiadada realidad como la riqueza de las culturas orientales. De él es la mayor colección de obras que se ha visto fuera de Rusia. Una de mis favoritas es Mullah Rahim y Mullah Kerim discutiendo camino del bazar. Mullah es el nombre que reciben los teólogos islámicos que conocen bien el Corán. Los dos hombres, a los que vemos cabalgando y de espaldas, dan la sensación de estar ensarzados en una agitada conversación. La pintura tiene una gran expresividad y movimiento, verdaderamente una preciosidad de trabajo.

 

 

 

 

 

Otro de los pintores es Martiros Sarian (1880-1972) que resaltó en sus obras importantes detalles de la cultura de Armenia. Son cuadros con un carácter diferente basado en colores brillantes. Una pequeña acuarela, Amor. Un cuento; una pareja se une en un beso en lo que parece durar una eternidad. Lo ingrávido y ligero de las figuras, los trazos suaves, le dan un acento lírico y casi musical a la pintura. Esta acuarela forma parte de la serie Cuentos y sueños, que tuvo su origen en el período simbólico del artista, que considera el mundo circundante como un cuento y la misma vida como un bonito sueño. En sus acuarelas surge un encantador cuento oriental en una realidad paralela al verdadero mundo. Hasta el día de hoy es el artista armenio más conocido.

 

 

 

 

 

 

 

 

Un tema más en la exposición son las escenas del Oriente bíblico. Éstas toman forma en la obra artística de Vasili Polonov, que hizo largos viajes a Palestina en busca del país prometido. Con su lienzo El mar de Galilea (Tiberíades), trata de encontrar su estabilidad emocional después de un trágico periódo por la pérdida de su hijo mayor. En el bello y pacífico paisaje y en la armonía de los colores está encerrada la esperanza.

 

 

 

 

La relación entre el dominio ruso y la sumisión del Oriente debe ser entendida en el ámbito cultural, social y político de aquella época. En el tiempo de la pujante llegada del orientalismo a Rusia está central la confrontación con el pasado y la construcción del futuro. Nada mejor para observar este encuentro entre las dos culturas que acercarse a la gigantesca obra de Jevgeni Lansere de siete metros de largo, que ha sido especialmente restaurada para esta ocasión y expuesta por primera vez desde los años treinta del siglo pasado. En principio era un proyecto para decorar la estación de Kazán en Moscú, pero el comienzo de la II Guerra Mundial anuló los planes. La obra lleva por nombre Los pueblos de Rusia o Rusia unifica los pueblos de Europa y Asia. A la izquierda del panel, Rusia; a su lado un erudito con un libro en las manos. A la derecha la exótica figura de Asia representada por una mujer. Entre ellos campesinos y trabajadores en variados atuendos. Es el puente simbólico entre lo antiguo y lo nuevo, norte y sur. Lansere, que viajó también por el Caúcaso, Crimea y Central Asia, realizó importantes experimentos pictóricos por medio de la perspectiva. El autor sacó inspiración de los enormes frescos de Giovanni Battista Tiepolo, La alegoría de los cuatro continentes.

 

 

 

 

Después de casi tres horas dejo el museo y me entrego al frío gris de las calles. El viento es traicionero y se cuela entre los pliegues del abrigo, pero yo aún estoy bajo el encanto de la luz de unas imágenes cálidas que me han llevado de nuevo al país de los mil y un cuentos. He visto mezquitas, escuelas del Corán como la de Samarkand, esclavas, contadores de cuentos, decorados, palacios,  ricos y lujosos vestidos, bailarinas y gentes de oficio, pero también me he visto enfrentada al cinismo y a la crueldad en Apoteosis de una guerra de Vasili Vereshchagin. En un paisaje seco con árboles que ya no tienen vida, cuervos y una ciudad medio en ruinas, crece una pirámide hecha de cráneos de los soldados que perdieron la vida; muerte, desvastación, destrozo. Seducción y contradiciones.

 

 

* Se puede encontrar más información en este link . También en la Revista Groninger Museum Magazine 02.*

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  • Amando Carabias

    marzo 10th, 2011

    Realmente se conoce poco todo este fascinante mundo. Es muy ilustrativo tu artículo.

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