El Teatro Real nos ha ofrecido dos obras cuyo argumento se desarrolla durante la epopeya americana, mucho más enjundiosa (la española) que la del norte, que con tanto ahínco nos remacha el cine “del Oeste” made in USA.
La primera ha sido la extraordinaria y sorprendente “La conquista de Mexico” de Wolgang Rihm con escenografía de Alexander Polzin y de la que la información oficial del Teatro Real nos dice que: “Uno de los mayores acontecimientos de la Edad Moderna es el descubrimiento de América por parte de los españoles. Ello supone una transformación completa de nuestra imagen del mundo, inédita hasta entonces, que influyó en todas las artes, desde Montaigne hasta Voltaire y de Purcell a Rameau. A menudo, en la interpretación histórica, se resalta sobre todo la destrucción que entrañó, pero existe también otra perspectiva del hecho: la que supone el encuentro de dos culturas y dos visiones distintas del cosmos. La que se impondrá lo consigue solo merced a las luchas intestinas de los pueblos autóctonos, y al papel crucial de Malinche. Este es el tema que aborda Wolfgang Rihm, de ahí que la ópera culmine con un dúo entre Montezuma y Hernán Cortés, considerado como uno de los más hermosos del siglo XX.” ( Miguel Ángel Yusta ).
La Temporada de ópera en el Real: La Conquista de México. The Indian Quenn. Por : Miguel Ángel Yusta.
La segunda obra, distante en el tiempo, que no en la temática, es “The Indian Quenn” , semiópera en cinco actos y un prólogo, con música de Henry Purcell y libreto de John Dryden y, como el mismo Real presenta, “Danza, música, literatura, teatro y artes visuales”. Hay que decir que fui a la representación con reservas, dado el desastre que algunas veces ciertos directores de escena perpetran contra obras maestras. (Véase el lamentable Don Giovanni de Mozart, versión-destrozo de Tcherniakov, ampliamente abucheado hace pocos meses en el Real).
Pero no, Peter Sellars ha obrado el milagro: ha reestructurado la obra musicalmente más bella de Purcell añadiendo canciones e himnos del mismo Purcell con textos cantados y textos hablados de la escritora Rosario Aguilar que, a cargo de la actriz Maritxell Carrero, alter ego de las tres protagonistas femeninas de la obra , dan a la obra una trama y un significado amplio y renovador, situando literalmente el Barroco en el siglo XXI e incidiendo en el papel de la mujer, valorándolo, en una visión de rabiosa actualidad.
La obra se desarrolla con esa magia especial que todo el equipo ha sabido plasmar, a partir de la escenografía y luminotecnia, hasta la parte musical y narrativa (excelente para mí Maritxell Carrero) con un elenco de figuras desde el sorprendente contratenor Vince Yi (Hunahpú), a la potente Julia Bullock (Teculihuatzin, la reina indígena rebautizada Doña Luisa), o la exquisita Nadine Koutcher (Doña Isabel), Markus Brutscher ( Don Pedrarias Dávila) Noah Stewart (Don Pedro de Alvarado y, a mi juicio, el menos acertado en su interpretación más “jazzistica” que barroca, con una voz en exceso metálica), y finalmente el otro contratenor, Christophe Dumaux (Ixlabanqué) y el joven barítono Luthando Qave (sacerdote maya).
El equipo de baile, la orquesta de la Ópera de Perm (Currentzis dirigiendo) impecables y el coro, de la misma procedencia, asombroso transmitiendo en los momentos “a capella” una sensación pocas veces igualada que emociona y conmueve.
Belleza, plasticidad, compromiso y riesgo que no todo el público parece entender aunque, por lo visto, la obra va “in crescendo” desde su estreno – cinco de noviembre- de tibia acogida ( los espectadores de la “premiere” del Real, por cierto, no suelen ser grandes aficionados, ni gente que admita propuestas arriesgadas y, además, la inmensa mayoría no pagan su abono o su entrada y todavía se creen aquello de la evangelización de las Indias…) hasta la sesión a la que asistí -día 9 de noviembre, domingo- donde la receptividad fue enorme, los aplausos prolongados y los bravos continuos, en especial a Peter Sellars.Y el público se mantuvo en sus asientos, sin rechistar, durante las casi cuatro horas de la representación.
Felicidades al Teatro Real por su apuesta por la renovación y la modernidad y esperemos, con expectación, el estreno mundial de Brokeback Mountain de Charles Wuorinen (encargo y producción del Teatro Real) que, seguro, no deja indiferente a nadie. Mientras disfrutaremos, relajados, de L’elisir d’amore (con un Nemorino de Celso Albelo en varias sesiones) o del Tristan und Isolde, de nuevo con Peter Sellars en la dirección de escena…