“Amaba el verano – confesaba el gran poeta italiano Giuseppe Ungaretti -, lo amo todavía, pero ya es una estación que siento lejana de mis huesos. Son violentos pasajes de estío, muy violentos, con aire puro y un carácter barroco, porque el verano es la estación del barroco. El barroco es una cosa que salta por los aires, que se desmenuza en mil fragmentos: es una cosa nueva, hecha otra vez con esos mismos fragmentos, que reencuentra la integridad, su verdad. El verano, al igual que el barroco, fragmenta y reconstruye”.
(José Julio Perlado )
Las Estaciones del año y los Poetas. Por: José Julio Perlado.
Ahora el verano huye y en el horizonte el color del otoño irá adquiriendo poco a poco tonos rojizos para oscurecerse lentamente en las noches de invierno, en las tardes empapadas de lluvia, en los temblores, en los escalofríos. ¿Se escribe mejor bajo los soles tórridos o acompañado por las nieblas que rodearon a los románticos? Escaleras de tiempo descienden silenciosas sobre los meses y al alma la van cubriendo las inclemencias y las intemperies, se encienden fogatas en torno a la imaginación, se traen del bosque cercano troncos de fantasía. El tiempo está fuera, lo oímos respirar tras la ventana, el tiempo brama o el tiempo se apacigua, el tiempo pasa como un río, el tiempo se sube a los árboles para agitar todas las ramas y las ramas nos hablan. Es así como vamos escribiendo o leyendo en la butaca de la comodidad o en la mesa del esfuerzo lo que escribieron sobre el tiempo los demás y lo que quizá escribamos nosotros. “Y me veo otra vez – decía Paul Claudel – en la más alta horqueta del viejo árbol al viento, niño balanceado entre las manzanas. Desde ahí, como un dios sobre su peana, espectador del teatro del mundo, sumido en profunda consideración, estudio el relieve y la conformación de la tierra, la disposición de los declives y los planos; con el ojo fijo como el de un cuervo, diviso la campiña que se despliega bajo mi atalaya, sigo con la mirada esa ruta que, después de aparecer dos veces sucesivas en la cresta de las colinas, se pierde al fin en el bosque. Nada se me escapa: la dirección de los humos, la calidad de la sombra y de la luz, el progreso de los trabajos agrícolas, ese carro que se menea sobre el camino, los disparos de los cazadores. No me hacen falta periódicos, en los cuales no leo sino lo pasado; lo único que tengo que hacer es subir a esta rama y, más allá del muro, veo ante mí todo el presente. La luna se levanta; vuelvo la cara hacia ella, bañado en esta casa de frutos. Permanezco inmóvil y de vez en cuando una manzana del árbol cae como un pensamiento grave y maduro”.
Así entran poco a poco las estaciones. Las hojas de los calendarios son llevadas en el pico de los pájaros, vuelan estampas de santoral y de trabajo de tronco a tronco y de cumbre a cumbre, se arremolina la futura nieve en minúsculos copos aguardando el pistoletazo de salida, se encienden los cielos en los atardeceres. Vienen despacio, puntual, solemnemente, las estaciones del año en la visita anual a los poetas – aquel barroco del verano del que nos hablaba Ungaretti, la calma del otoño que nos cantaba Claudel -; vienen uno tras otro el verano, el otoño, el invierno abriendo ya su rendija a la primavera, llega la primavera cuajada, los pétalos desbordados ya de insólito verano, el sopor del verano desperezándose para el otoño gris, el otoño arrebujado en su chal porque el invierno llega.
Es así la rueda de los tiempos, el poeta escribe al compás de esa rueda.
Amando Carabias
septiembre 11th, 2011
Como siempre la prosa de José Julio hace que uno lea como deslizándose, sin mayor esfuerzo.
Marina
septiembre 11th, 2011
Las escaleras del tiempo descienden demaiado de prisa sobre los meses y los días….
Y el alma, es verdad, que se va cubriendo de inclemencias de la vida.
Ha sido un placer leerte Julio. Un saludo muy cordial.
catherine
septiembre 24th, 2011
Imagenes hermosísimas de la ronda de las estaciones, del fluir del tiempo. Imagenes propias de Julio Perlado en la mesa del esfuerzo o citas de dos grandes poetas leidos en la butaca de la comodidad. Me da ganas de traer a la chimenea esos troncos de fantasía para encender fogatas de imaginación.