“Limpia, fija y da esplendor”, ése es el lema de la Academia Española – que ahora cumple 300 años – creado por el marqués de Villena en 1713. Las palabras se enseñan desde la infancia, vienen limpias de labios de nuestras madres, las vocales y consonantes atraviesan toda la habitación, van tocando con sus sonidos el colorido del cuarto de los juegos, la madre ha comprado unas os y unas is, y también unas us, que cuelgan en cintas sobre la cama del hijo y el hijo está pendiente de los labios de la madre que lanza y lanza despacio las palabras, las deshace en su boca, las entrega en la boca del niño para que él las pronuncie. Es el descubrimiento de la lengua en la intimidad, todo un río de limpieza que la Academia no podría soñar: es el rosario de las palabras vírgenes y limpias, la procesión de las vocales que arrastrará a las consonantes, los ruidos de los verbos, el alzamiento de los adjetivos, el enunciado de los nombres, toda una página sonora que el niño recita poco a poco, asimilando como puede el nombre de todas las cosas. ( José Julio Perlado)
Limpiar las palabras. Trescientos años de la RAE. Por : José Julio Perlado.
Después la vida “fijará” las palabras. La Academia, preocupada, se concentró hace siglos en fijar el idioma. Estuvo atenta al usado por escritores, separó las voces ya amortizadas, añadió vocablos nacidos en distintas provincias, censuró invenciones, rechazó irregularidades, hizo y deshizo nuevas formas practicadas por los hablantes.
El niño – ya crecido y maduro – aprendió en Facultades cuanto la Academia le decía aunque atendía también a las voces de las calles, al coro de jergas en las aceras – el “cheli” entre otros – más cerca de edad que de clase, a otras jergas de médicos, deportistas, taurinos, estudiantiles, de cárcel, de taller, familiares…, el universo vario de las profesiones y las costumbres. Crecía en edad ese perfil joven entre “bocatas” y “movida”, entre “carroza” y “fumata”, entre “montárselo guapo” y “ligar bronce”. Era el “cheli” que le acompañaba tan solo unos años, hasta que la sombra del personaje daba la vuelta definitiva a la esquina de su rotunda madurez.
Después los años intentarían – por parte de la Academia – traer o conservar el esplendor. “Dar esplendor”. Lograr que la lengua quedara depurada de vulgarismos y novedades injustificadas y conseguir dar lustre al idioma, lucirlo al hablar y escribir: unir propiedad y corrección-
La vida, cerrando su ciclo, volverá luego a la habitación solitaria, allí donde el niño se hace anciano, donde las palabras quizá se han perdido en el bosque de la mente y nadie las encuentra, es muy difícil perseguirlas. Aquellas vocales y consonantes casi nacidas en la cuna se disgregan acaso en el olvido y uno daría media vida por señalar bien el nombre de las cosas, hacerlo siempre sin titubear, con una precisión admirable.
La palabra vuelve a los orígenes, adquiere un inusitado valor cualquier signo, el más humilde de los vocablos.
Son las últimas palabras de los famosos y de los desconocidos. Palabras a veces muy simples que revelan un mundo.
Marina Filgueira García
octubre 22nd, 2013
Muy bueno el articulo: que nunca se pierdan las palabras en ese bosque peligroso de la mente.
Gracias, Julio, es un placer leer tus escritos.
Un saludo afectuoso.
Amando Carabias
octubre 23rd, 2013
Emocionante, José Julio. Emocionante hasta el escalofrío. Un abrazo.
Isolda
octubre 23rd, 2013
Buenísimo y poético. Gracias, Julio
Besos