En lo que se ha venido a denominar por muchos historiadores, “los siglos oscuros” nace en Europa una de las manifestaciones más importantes de la literatura. La lírica.
Una expresión que tuvo sus albores en el siglo XII y que transita por todo el Medievo a través de sus fieles exponente, los Trovadores. Y que pronto se bifurca en las diferentes formas de Trovar; el Trovar leu y el Trovar Clus. El trovar claro y el trovar oscuro. Un arte que como dice Virginia Seguí es “difícil, refinado y sometido a estrictas reglas”.
En este ensayo de Virginia Seguí se nos ofrecen las claves para conocer su historia.
Lírica Medieval. Trovadores. Por Virginia Seguí.
El sustrato lingüístico y cultural básico de la Europa medieval es el latín; puede decirse que de su corrupción nacieron las lenguas románicas y germánicas que poco a poco fueron desarrollándose, acabando por convertirse en las lenguas nacionales de cada uno de los estados y/o unidades políticas que fueron conformándose, con el transcurso del tiempo, en lo que era el antiguo Imperio Romano de Occidente al irse mezclarse con el sustrato vernáculo de las poblaciones preexistente y de los diferentes pueblos invasores que fueron asentándose en la zona; incluyendo entre ellos a los musulmanes que en el siglo VIII invadieron y conquistaron buena parte de la península Ibérica; lo que nos permite considerar el árabe como otro de los idiomas dominantes cuya influencia se dejará sentir más allá de los Pirineos.
El árabe y el latín eran idiomas perfectamente reglados en los que existía una extensa tradición lírica, tanto clásica como popular conocida y, en muchos casos practicada, por los pocos privilegiados que poseían los conocimientos suficientes para degustarla; ya que el pueblo llano difícilmente tenía acceso a estos deleites intelectuales; lo cual no quiere decir que no tuvieran capacidades expresivas y poéticas sino que su forma de expresarlas eran diferentes, dominando la forma oral y, posiblemente, en maridaje con la música; es decir, en su caso debemos identificar las letras de las canciones populares y tradicionales como la poesía popular de la época.
Esto hace que existan varias teorías sobre los orígenes de la lírica medieval en lenguas vulgares; algunos teóricos del tema han considerado que entre las manifestaciones poéticas latinas producidas en la Edad Media, prácticamente desde los últimos poetas líricos romanos y la aparición de los primeros trovadores provenzales a principios del siglo XIII, no hubo ningún movimiento lírico unificado ni significativo en Europa occidental.
La lengua en la que estos trovadores escribían o creaban, que ha venido en denominarse provenzal, es bastante uniforme y homogénea por encima de las variantes dialectales que podrían suponerse determinadas, en principio, por el diferente origen geográfico y por tanto lingüístico de cada uno de ellos; de forma que el provenzal, idioma en el que escriben los trovadores, podría considerase un lenguaje convencional o Koiné (lengua común), al parecer, basado en la variedad lingüística originaria de Tolosa de Languedoc; ya que su uniformidad y flexibilidad lingüística era la que permitía mayor comprensión y aceptación entre las diferentes cortes y auditorios.
En palabras de Martín de Riquer, estudioso del tema, “trovador es aquel que compone poesías destinadas a ser difundidas mediante el canto y que, por tanto al destinatario le llegan por el oído y no por la lectura”. Al igual que en la poesía popular para los trovadores componer es cantar aunque, con frecuencia, no eran ellos mismos los que cantaban sus producciones; ya que los encargados de esta tarea eran los juglares o joglars en provenzal; existían diversos tipos de juglares pero los que difundían este tipo de composiciones debían ser de un tipo especial pues su fidelidad al texto y a la música exigía conocimientos específicos como es la comprensión de partituras musicales y capacidad de dicción e interpretación; algunos trovadores, sobre todo los grandes señores, tenían juglares exclusivos y, desde luego, muchos de ellos no podían permitirse ese lujo interpretando ellos mismos sus composiciones, siendo una convención en la época el hecho de que hasta que un juglar no hubiera interpretado en público una composición ésta no se consideraba publicada.
Trobar, trovar era el arte de componer versos y su melodía, el término aparece como verbo ya en una de las primeras obras conservadas de Guilhem de Peitieu e inicialmente se utilizaba conjuntamente con la palabra cantador; el primer texto conservado que contiene la palabra trovador es una pieza de Cercamon datada hacia 1150. Los expertos coinciden en admitir que las palabras provenzales trobar y trovador derivan del latín de tropare y tropatore formadas a su vez sobre tropus, nombre que se daba a algunas composiciones versificadas con melodía que se introducían en la liturgia cultivadas con profusión en la Abadía de San Marcial de Limotges durante el siglo XI; abadía situada en la misma zona de donde se supone procede la poesía trovadoresca y poco antes de la aparición de las primeras manifestaciones conocidas.
Se incluyen dentro de la lírica provenzal las producciones realizadas, durante los siglos XII y XIII, por unos trescientos cincuenta trovadores conocidos e identificados de variado estatus social; ya que entre ellos podemos encontrar desde reyes y/o grandes señores, obispos, canónigos, militares, burgueses e incluso de sustratos sociales de baja condición; aunque esta circunstancia, pese a la estricta compartimentación social propia de la época, no enturbió las relaciones entre ellos; existiendo constancia expresa de sus buenas relaciones; como es el caso de las buenas relaciones existentes entre Guerau de Cabrera vizconde de Gerona y Marcabrú trovador de humilde condición; otros grandes señores como Huguet de Mataplana o Dalfin d’Avernha no ponían reparos a dialogar poéticamente con juglares como Reculaire o Artús considerados juglares casi pordioseros; es también conocido que Peire Vidal, hijo de un peletero de Tolosa, era muy bien recibido en todas las cortes galas y del resto de Europa. Muchos trovadores participaron en las cruzadas como peregrinos, lo que facilitó las relaciones entre ellos y explica las influencias existentes entre trouvères franceses y los minnisänger alemanes; el peregrinaje a la tumba del Apóstol Santiago se considera otra vía de difusión y contacto entre el movimiento trovadoresco provenzal y la lírica medieval producida en la península así como el intercambio de influencias con la poesía galaico portuguesa.
Pese a que expertos franceses y alemanes en el tema, como C. Appel y Jeanroy, no admiten la existencia de una lírica peninsular anterior a la provenzal o galaicoportuguesa negando por tanto toda posibilidad de influencia de ésta sobre la poesía trovadoresca, la realidad es que los estudios de la lírica en España demuestran la existencia de un una lírica de sustrato popular que pudo ser conocida por los trovadores provenzales tal y como defiende Menéndez Pidal; sobre todo a partir del descubrimiento de la existencia de las estrofas como la moaxaja, el zéjel o la jarcha que modificó sustancialmente el panorama general de la lírica primitiva en España; hasta entonces solo existían muestras de poesía lírica inconexas y esparcidas en obras de otros géneros; pero hasta el siglo XV con el cancionero de Baena no se encontraban muestras evidentes de su existencia aunque de datación tardía; en la península se conocían dos núcleos importantes de poesía lírica: el gallego y el catalán; y ambos se hacían derivar de la lírica provenzal que era admitida como la primera manifestación de la lírica de la Europa medieval de la que derivarían todas las líricas en lenguas romance. De esta forma en la Provenza zona geográfica bien situada con buen clima y sin demasiados conflictos bélicos se había podido desarrollar este movimiento trovadoresco que había florecido a partir del siglo XII; creándose una especie de escuela de trovadores cortesanos cuyo influjo y magisterio fue extendiéndose por el resto de las naciones europeas.
No obstante Menéndez Pidal en sus estudios sobre la lírica peninsular fue observando la presencia de elementos populares de rara ingenuidad y belleza; que no parecían proceder de la lírica provenzal, indicando que los poetas galaico portugueses se olvidaban a veces de las estrictas reglas de poesía provenzal optando por una estrofa corta basada en pareados apoyados en estribillos que daban soltura y expresividad a los poemas, especialmente en las denominadas cántigas de amigo en las que el sentimiento fluye sincero, fresco y candoroso dotándolas de verdadera emoción. La profundización en estos estudios le llevó a exponer una teoría sobre el origen de la lírica primitiva que él vinculaba al movimiento poético arábigo andaluz.
El descubrimiento del cancionero de Abén Guzmán fue una de las claves; al parecer un poeta nacido en Cabra, provincia de Córdoba, llamado Mucáddam ben Muafa el Cabrí, apodado el Ciego, que floreció en los últimos años del siglo XI y primeros del X, inventó un género poético, denominado la muwashshaha, término que García Gómez hispanizó denominándolo la moaxaja; se trataba de una composición de versos cortos que rompiendo las normas de la poesía árabe clásica, de versos largos y bimembres, admitía en su última estrofa versos en árabe vulgar o en la lengua romance de los cristianos. Otra estrofa que se considera hermana de la anterior es: el zéjel a pesar de finalizar en estrofas en lengua vulgar, sin embargo, está escrita en árabe conversacional con el que podían intercalarse palabras o frases enteras en romance en cualquiera de sus versos. El poeta cordobés Abén Guzmán, que vivió a finales del siglo XI y comienzos del XII, compuso un cancionero que se ha conservado y fue publicado por Nykl, que permite conocer a la perfección este género de poesía, tal como se cantaba en aquella época entre las gentes de Al-Andalus.
Julián Ribera y Nykl suponen que el mencionado zéjel árabe-andaluz y con él numerosos elementos de la ideología amorosa a los que servía de vehículo, influyeron en los comienzos de la poesía provenzal y sobre todo en el primero de los trovadores de esta escuela, Guillermo de Aquitania; algo como hemos visto no compartido por otros autores ya citados; alegando diferencias estróficas, imposibilidad cronológica; aunque es de todos conocido la existencia de otros muchos poetas árabes que frecuentaban las cortes de toda Europa difundiendo este tipo de poesía anteriores a Abén Guzmán.
Según manifiesta Menéndez Pidal, defensor de esta misma teoría, es difícil que la poesía interesara entonces como pura forma literaria, salvo para los más cultos, la poesía sería para el pueblo en general la letra de sus canciones; y como tal debía brotar de forma espontánea, instintiva e inevitablemente en medios populares como una expresión más de la vida: “Hay que pensar que todo género literario que no sea una mera importación extraña, surge de un fondo nacional, cultivado popularmente antes de ser tratado por los más cultos.. La indígena popular está siempre como base de toda producción literaria de un país, como el terreno donde toda raíz se nutre, y del cual se alimentan las más exóticas semillas que a él se lleven. La sutileza de un estudio penetrante hallará lo popular casi siempre, aun en el fondo de todas las obras de arte más personal y refinado.” Según esto la poesía árabe andaluza, apadrina el nacimiento de la poesía lírica de las naciones modernas en Europa y en sus estudios manifiesta que el conocido trovador Guillermo de Aquitania denota este influjo en sus obras ya que al menos once de las conservadas son deudoras del zéjel.
Volviendo al movimiento trovadoresco cabe decir que, en general, se trataba de seglares si bien, todos ellos, educados en centros clericales o en las universidades de la época en las que las enseñanzas eran impartidas por clérigos al ser prácticamente los únicos con conocimientos suficientes para enseñar la música y la poética, disciplinas que todo trovador debía dominar a la perfección. Martín de Riquer, basándose en los estudios de Edmond Faral, menciona que la producción poética de los trovadores denota la estrecha vinculación que las escuelas de retórica medievales tenían con los estudios que sobre el tema se impartían en tiempos del Imperio Romano; no es de extrañar, por tanto, que algunos consideren que lo que hicieron los trovadores fue en realidad traspasar a lengua vulgar lo que habían aprendido en los tratados de retórica latina en que estudiaron manteniendo así su arte unido a la tradición cultural latina; motivo por el cual no consideran muy alejados de ellos a poetas posteriores, como los del renacimiento carolingio y/o incluso a los pertenecientes al grupo de La Pleyade ya en pleno renacimiento francés.
La práctica poética de los trovadores significará por una lado la secularización de la poesía lírica culta y por otro la profesionalización, en la mayoría de los casos, del ejercicio de la escritura, actividad principal del trovador pues, aunque algunos de ellos eran de alta alcurnia y escribían solo por divertimento no necesitando ganarse la vida con ello, en la mayoría de los casos este tema era primordial recibiendo una retribución por su trabajo bien directamente del público asistente o por parte del señor feudal para el que trabajaban, llegando incluso a convertirse en una especie de funcionarios literarios y musicales que dependían directamente de las cortes reales o señores feudales.
Al parecer, los trovadores escribían sus composiciones en tablillas de cera que después daban a un copista para que las pasara a soportes más duraderos que permitieran su conservación y reproducción, los amanuenses más comunes serían algunos clérigos, aunque ya existían también amanuenses seglares que realizaban labores de copistas.
Los datos que conocemos sobre los trovadores son muy irregulares, y, como es lógico, las noticias que tenemos sobre aquellos que eran además personajes de cierta relevancia, son mucho más precisas, relevantes y en general documentadas; mientras que las noticias que tenemos sobre el resto de trovadores son mucho menos abundantes e imprecisas; no obstante para paliar esta situación es importante conocer la existencia de unos textos en prosa, referidos a unos cien trovadores, en los que se narran sus biografías (Vidas) o la razones o finalidades o hechos históricos a los que aluden algunas de sus obras (razós) lo que arroja alguna luz sobre el tema; la finalidad de estas biografías o Vidas era encabezar las antologías de las obras de cada trovador; mientras que las razós eran explicaciones o aclaraciones sobre el texto, con frecuencia escritas por el propio autor, que el juglar recitaba a modo de introducción. No obstante el valor como documento histórico de Vidas y razós está bastante cuestionado y ha sido siempre objeto de debate entre los estudiosos del tema; ya que en ellos aparecen con frecuencia elementos legendarios, inverosímiles, contradictorios, etc; lo que obliga a tratar sus datos con precaución exigiendo del estudioso el suficiente buen juicio para saber extraer de ellos solo lo verdadero y contrastado.
Los trovadores, como profesionales de la escritura, siempre estuvieron preocupados por la forma correcta de escribir versos y desde los inicios del siglo XIII aparecen los primeros tratados sobre el tema ya en provenzal imitando los tratados de gramática, poéticas y/o retórica latinos. Ramón Vidal de Besalú, fue al parecer uno de los primeros tratadistas; maestro en el arte de trovar, escribió una gramática para enseñar a escribir en la lengua de los trovadores que tituló: Razós de trovar, en Italia Uc Faidit escribió otra denominada: Donatz Proensals, datada hacia 1243.
La labor de los trovadores como escritores y compositores no era nada fácil, la elaboración de sus obras, exentas de toda improvisación, requería tiempo y dedicación; por ello sus producciones no son extensas; estamos ante un arte refinado, difícil y sujeto a estrictas reglas. La lectura y comprensión de los textos de sus obras para el lector actual requiere y exige un cierto conocimiento del mundo medieval y de sus relaciones sociales; los conceptos de amor, servidumbre, vasallaje, fidelidad, traición, etc. esconden significados para nosotros desconocidos que, sin embargo, los trovadores usaban como claves significativas con las que esconder sus verdaderas intención algo que a la vez les permitía mostrarse discretos con los señores y damas a quienes los destinaban.
Desde los inicios existen dos formas opuestas o distintas de trobar desde el punto de vista estilístico; que han venido en denominarse el trobar leu y el trobar clus, los trovadores conscientes de esta dualidad no tenían inconveniente en incluirse en el que mejor se adaptaba a sus capacidades, llegado a atacar y criticar a los que lo hacían en el bando opuesto. El primero de ellos era partidario de la versificación sencilla, la poesía fácil, ligera o llana (leugier, pla), lo que facilita su comprensión, usar menos recursos estilísticos o de menor complicación aunque sin caer nunca en la simplicidad ni la vulgaridad, los ejemplos más típicos de este trovar son Jaufré Rudel, Bernart de Ventadorn y la comtessa de Dia.
Frente a esta manera de poetizar encontramos el trobar clus relacionado con la poesía hermética o cerrada, es decir dificultad, singularidad, sutileza y rebuscamiento en la expresión poética (trobar ric, trobar car, trobar escur, trobar cobert, trobar sotil, trobar prim); Marcabrú sería un claro ejemplo de dicción enigmática, recargamiento de conceptos, complicación expresiva o trobar clus y Arnaut Daniel sin embargo busca la belleza de la forma, la sonoridad de la palabra, la sugestión en el sonido, afiligranamiento en la expresión; lo sería de trobar ric.
El género característico de las composiciones trovadorescas es la cansó; esencialmente amorosa y cortés y siempre de hombre a mujer; aunque existe alguna otra modalidad poco frecuente como el scondich o defensa de acusaciones; la cansó es el vehículo más común y perfecto de que disponen los trovadores para la poesía amorosa; en segundo lugar está el sirventés con sus diversas modalidades : el moral o crítica de las malas costumbres , el ataque personal con el uso de la sátira o el sarcasmo, el político en el que se expresan hechos, actitudes o estados de opinión que incluye temas sobre la Reconquista española, la guerra contra los albigenses, los asuntos de Italia, pugnas entre la corona de Aragón y la de Francia, las cruzadas, etc.; el sirventés literario son debates sobre cuestiones literarias o entre trovadores; el sirventés gap o jactancioso que canta acciones o hazañas inverosímiles y el sirventés cansó que participa de las características de ambos géneros. En tercer lugar está el planh o lamento fúnebre en el que se llora la muerte de un personajes próximo al autor, como su protector o su dama; se invita al lamento, se menciona el linaje del personaje, se enumeran sus posesiones, se elogian sus virtudes, se reza para la salvación de su alma y se manifiesta el dolor que produce su muerte.
El cuarto género es el alba que describe el enojo de los enamorados que habiendo estado juntos durante la noche deben separarse con la llegada del amanecer, situado dentro del concepto de amor cortés en el que la dama es siempre casada, por lo que su situación exige procurar que su marido no sorprenda sus amoríos; se lamentan de la brevedad de la noche; maldicen al vigía que les ha despertado tarde,no con la aparición de la estrella del alba; es una especie de cansó pero con la característica de lo explícito de la relación amorosa; una segunda modalidad de alba expresa el anhelo de los amantes a que llegue la noche y el momento de encontrarse juntos; algunas de estas albas se denominan a lo divino al dotarse la relación amorosa de un contenido sacro o cristiano. La pastorela está considerada uno de los géneros más delicados en las que se describe el encuentro, en pleno campo, entre un caballero y una pastora a la que pronto requerirá amores; tras un diálogo entre ambos en el que quedan claras sus condiciones sociales el final puede ser variado desde que la pastora acceda a las pretensiones del caballero a que pida auxilio a sus familiares, o le despache malhumoradamente.
Dada la amplia nómina de trovadores, citaremos a algunos de ellos; el primer trovador conocido es Guilhem de Peitieu, nacido en el año 1071, VII conde de Poitiers y IX duque de Aquitania desde 1086, su vida le describe como “uno de los mayores burladores de damas, buen caballero de armas y liberal en el cortejar, y supo trovar y cantar bien […]” Se conservan once de sus poesías.
Jaufré Rudel vivió ya hacia 1115 y según se indica en su vida fue un gentil hombre, príncipe de Blaya, que se enamoró de la condesa de Trípoli aún sin conocerla componiendo varias poesías en su honor; se conservan seis de sus poemas.
Bernart de Ventadorn iniciado en las canciones del anterior se convirtió, al parecer en uno de los más egregios trovadores amorosos de la literatura provenzal; su vida indica que era de Lemosín del castillo de Ventadorn, de pobre ascendencia, que se hizo apuesto y culto aprendiendo a trovar, sus señores los vizcondes de Ventadorn se prendaron de él; pero sus amores con la vizcondesa le obligaron a partir de la comarca. Tuvo amores con la duquesa de Normandía que lo había acogido afectuosamente; pero el rey de Inglaterra la hizo su esposa y ésta partió con él; lo que le sumió en la tristeza recluyéndose en Tolosa donde murió. Su cancionero lo componen unas cuarenta canciones.
Marcabrú el representante más significativo del trobar clus, fue al parecer un pobre expósito dejado a las puertas de Alderic de Vilar quién lo crió; vivió con un trovador llamado Cercamon con el que se inició en el arte de trovar, según su vida fue muy conocido y escuchado por el mundo y temido por su lengua, muriendo a mano de los castellanos de Guyena de quienes había dicho mucho mal. Su lenguaje es oscuro y difícil de entender; ingenioso y dotado de un doble sentido, impide su comprensión.
Rimbaut d’Aurenga representante del trobar ric, era señor feudal y conde de Aurenga, caballero gallardo e instruido, buen conversador y galante con las damas, orgulloso y engreído murió, antes de los treinta años, convencido de la excelencia de su arte, se conservan unas cuarenta de sus composiciones.
Los trovadores como ya hemos dicho son muchos y el espacio escaso, debemos dar por terminado este breve trabajo intentando provocar en el lector el deseo de profundizar en el tema.