Se dice, y con toda la razón, que hablar o escribir sobre un libro (y más cuando se trata del espacio de una reseña) se debe hacer con independencia de la biografía del autor. Pero en este caso conviene saltarse esta máxima, pues una parte importante de su biografía es la difusión de la poesía. Se puede afirmar que la intensa actividad poética que se vive en el municipio madrileño de San Sebastián de los Reyes se debe al hacer incansable de López Azorín quien fundó el grupo literario Helicón, organiza tertulias, llevó un programa de televisión dedicado a propagar la poesía…
Manuel López Azorín (Moratalla, Murcia, 1946) pertenece al grupo de los poetas que se implica hasta la médula en la actividad de propagar y promocionar la poesía con todas las fuerzas, tiempo y ánimos de su espíritu. ( Amando Carabias)
Manuel López Azorín. Antología y pasión cotidiana. Por : Amando Carabias .
Y es que el libro que propongo Sólo la luz alumbra. Poesía 1980-2010 (editado en 2011 por Sial/Fugger Poesía) es, además de la obra completa del autor, un libro sobre y para la poesía, es decir un libro que prolonga la pasión que ocupa la cotidianidad de su autor.
Entrar a fondo en una obra que abarca once poemarios es tarea que excede el objeto de esta revista. Por tanto, sólo me centraré en el último, que da título a todo el volumen. Sin embargo, trazaré unas breves pinceladas sobre el conjunto global.
Además de los once poemarios (Sólo la luz alumbra, La ceniza y la espuma, De la vida y otros ríos, Crónica de Babel, Azul de los afectos, Libro del desconcierto, El río de los ojos, Versos para después de una película, Amar es mi ejercicio, Vértigo y Marasmo) el libro cuenta con un prólogo de Pascual Izquierdo, un epílogo de Luis Martínez Mingo y una serie de notas que recogen las presentaciones y algunas reseñas aparecidas en la prensa y que completan, o pueden complementar, la lectura de los diversos poemarios citados. Estos comentarios se deben a Francisco Javier Díez de Revenga, Pedro A. González Moreno, Juan Pedro Carrasco, Luis Alberto de Cuenca, Enrique Villagrasa, Cristóbal López de la Manzanara, Jesús Riosalido, Joaquín Benito de Lucas, Antonio Hernández, Rafael Morales, Enrique Gracia Trinidad, Fina de Calderón, José Hierro, Claudio Rodríguez, Carmina Casala y Jesús Cifuentes.
Lo primero que llama la atención de esta publicación es la ordenación de los poemarios pues, contraviniendo la lógica al uso, editor y autor decidieron situarlos en orden inverso al de su publicación; así, el primer poemario, Marasmo, escrito entre 1962 y 1980 (fecha de su publicación) es el último al que tiene acceso el lector, si es que lee en el orden propuesto, y no lo hace a la inversa, como hice en su día. En el último poema de este primer libro podemos leer estos versos: “Abrázame tú, aurora. / Que me aleje la luz / de todas las incógnitas”. Es decir, la primera inquietud poética de Manuel López Azorín, la búsqueda de la luz, coincide con la última: la luz como gran tema de su poesía, de la poesía, podría decirse.
Como he dicho más arriba Sólo la luz alumbra, además del título del volumen en su conjunto, es el del último poemario del autor (al menos hasta la fecha), y a él ya me refiero. Además, como escribe en el prólogo Pascual Izquierdo, este poemario “se ofrece como un amplio vestíbulo para visitar el edificio completo de sus versos”.
A modo de un Rilke contemporáneo, López Azorín se dirige a los jóvenes poetas que se inician en la poesía. Podría decirse que casi se trata de un poemario en tono epistolar, al tiempo que ofrece al lector su poética, un modo de entender el ejercicio de la poesía.
Las citas que encabezan un poemario no son escogidas por ningún autor al albur, sino que se ofrecen a los lectores como pistas. Dos nos regala López Azorín, ambas muy explícitas sobre su objetivo. La primera es de Antonio Machado “Ni mármol duro y eterno / ni música ni pintura / sino palabra en el tiempo”. La segunda, tres versos de Lope de Vega: “¿Que no escriba, decís, o que no viva? / Haced vos con mi amor que yo no sienta / que yo haré con mi pluma que no escriba”.
Sólo la luz alumbra, en efecto, es una reflexión sobre la poesía y sobre la propia labor del poeta; y busca establecer claves que sirvan de guía a quienes se inician en ella. Utilizando su mejor arma, la poesía, Manuel López Azorín decide acercarse a los ‘jóvenes poetas’ con el objeto de desbrozar lo básico de esta tarea, advertir sobre sus peligros, vicios o errores y proponer caminos seguros para transitarla en el aprendizaje.
El poeta aboga, con el propio ejemplo de su escritura, por la sencillez en el idioma accesible a cualquiera, por la nitidez expresiva, por una búsqueda continua desde la mirada al interior hacia la luz, por el seguimiento de los clásicos en métrica y rima y por la preocupación por lo humano. En uno de sus versos sentencia “Todas las proporciones se basan en el hombre”.
El libro está dividido en tres partes que dos poemas escoltan a modo de prólogo y epílogo. Después de asegurar en el poema introductorio que la luz y el amor salvan al ser humano, en la primera parte del poemario (Dioses sin reino), el poeta indaga en lo que, a su juicio, es el proceso de la tarea poética: vivir, observar, sentir, pensar… antes de escribir, defiende la necesidad de beber en los clásicos antes de que cada uno encuentre su propia voz, y apunta, como ya se ha dicho, al hombre como verdadera proporción de la poesía. A continuación, y sin que le duelan prendas, desgrana los grandes peligros y errores que según él pueden atacar a la poesía y a los poetas: los que escriben y sólo dejan humo, la ambición por llegar a la cima e incluso al poder, la envidia, las banderías, la impaciencia, la búsqueda del éxito por encima de cualquier otra cosa… En la segunda parte (Claridad de la luz) se centra en la esencia de la verdadera poesía y del verdadero camino a recorrer por el poeta que podría resumirse en la búsqueda incesante de la luz y de la pureza, cuestiones que tienen poco que ver con la técnica o las formas poéticas utilizadas, tan poco, que la verdadera poética no se encuentra en cómo se escriba algo, sino en lo que se canta. También reconoce que la duda es eterna compañera del verdadero quehacer poético. Hace ver al lector que, en realidad, el poeta está en manos de la Poesía quien, a veces nos elige, no tantas como parece. Concluye esta parte con un último consejo que de modo subconsciente nos asoma a la obra de Claudio Rodríguez: “Si no es con el amor, no habrá deslumbramiento”. La tercera parte (Celebración apócrifa) es una propuesta o, quizá, más bien, una guía de posibles lecturas para quien comienza. El poeta nos ofrece su propia experiencia, es decir, las lecturas que a él le han servido para recorrer el sendero propio. Los poetas que en su itinerario personal y que identifica como los poetas de luz: Juan de Yepes, Gustavo Adolfo Bécquer, Rilke, Antonio Machado, José Hierro, Claudio Rodríguez y el poeta de Arcos (Antonio Hernández). El epílogo es un canto a la búsqueda constante del amor y de la luz.
Cuando esta obra de Manuel López Azorín fue presentada en Segovia en abril de 2011, conocí a un hombre que más allá aún de su indudable y contrastada calidad poética, se caracteriza por la pasión que siente y transmite por la poesía. Se podrá estar, o no, de acuerdo con sus postulados poéticos (la inmensa mayoría se suscriben), pero con lo que nunca se podrá estar en desacuerdo es con esa pasión que arrastra e imanta. Sus tres blogs son testimonio de lo que digo, pues de modo constante comunica a sus lectores presentaciones de libros, recitales y actos poéticos y reseña libros. Esta misma pasión es la que ha pretendido transmitir desde sus versos con este poemario del que transcribo unos versos de la segunda parte de su libro, pertenecientes al poema Ella:
(…)
He sentido que, mía, era en algún instante.
La he tenido en mis manos abrazando la página
y he sentido sus alientos
pero sé que también, al momento ha volado
y he vivido su ausencia
y he llorado su ausencia
y he buscado de nuevo su sonrisa y sus ojos
porque ya, desde crío, perseguía su amor
y aunque me quiere, a veces,
yo sé bien que este sueño de que sea sólo mía
es empeño imposible
pues su amor es tan puro que lo ofrece en relámpagos
como fuego de vida que alumbrara mil trochas.
Aun así, soy feliz sintiendo que a mi lado
se que algunas veces.
Ella es luz e ilumina cuando quiere a quien quiere
porque sabe muy bien a quién es necesaria.
Para leer más, pueden ir a su blog.
Leonel Licea
enero 16th, 2012
Ya està, acabo de hacerme seguidor, que si tu nos aconsejas su obra, estoy seguro que vale la pena. Trataré de encontrar el libro…(Después trataré de inventarme el tiempo para leer todo lo que tengo… jejejeje. )
Abrazos, Amando.
Leo
Manuel López Azorín
enero 16th, 2012
Muchas gracias, Amando, por tu generosa reseña de mi antología «Sólo la luz alumbra» la paso a Twiter y Facebook y la incluiré en el i blog que tengo para dar cuenta de mi poesía y de lo que se dice de ella y que se llama, como el libro, http://Sololaluzalumbra.blogspot.com.
Un abrazo
Flamenco Rojo
enero 17th, 2012
Gracias Amando por tu recomendación…siempre las tengo en cuenta.
Un abrazo.
catherine
enero 21st, 2012
Otro poeta apasionado que quiere difundir su amor a la poesia.
El verso » todas las proporciones se basan en el hombre» y las palabras «vivir, observar, sentir, pensar» que subrayas, Amando, me recuerdan el dibujo y el pensamiento de Leonardo da Vinci.
Marina
enero 21st, 2012
Un maestro de la poesía. Que preciosas letras, haber si me hago con el libro. También hurgaré un poco en su blog. Gracias Amando. Eres un tesoro.
Enrique Gracia Trinidad
enero 28th, 2012
Gran poeta y gran persona. Manuel López Azorín es un ejemplo a seguir. Un placer estar cerca de él