“Como cualquier virus la locura se contagia”. Ella es azul, una mancha de vaho, vive en Nueva York donde escribe relatos que llenaron dos libros Criaturas abisales y Leche, ambos publicados por Los libros del lince. No viene a España donde se la espera, donde se la lee, en donde gana lectoras lentamente, tal y como atacan las olas una playa. (Elías Gorostiaga).
Marina Perezagua. El hueco del dolor. Por: Elías Gorostiaga.
No conozco a Marina y sin embargo he mantenido conversaciones escritas por facebook y tengo la sensación de haber desayunado muchas veces junto a ella, no nos hemos bañado nunca en la misma piscina, eso es verdad, ni en el mismo mar, ni en el mismo río, pero algo de savia, leche, hormonas, tuétano se instala con su lectura y te digo algo, una vez que lees sus relatos puedes tirarte tranquilamente y sin temor desde cualquier acantilado porque no te va a pasar nada, una vez que lees La loba ¿qué te puede pasar?.
Todo lo que escribe te duele, no sabía que nadie pudiera buscar de forma tan intuitiva el hueco del dolor, la piel, el silencio, la fatiga, la gestación, la continua gestación de madres que sienten más la enfermedad que la vida. Por eso me resulta difícil escribirte esta recomendación y lo hago con la plena convicción de que nada de lo que hay en el mundo puede estar bien donde está, salvo que a su lado haya pasado el aliento de esta escritora, su pulso, el latido de las venas, la energía misma de las cosas. No sé qué ocurrirá cuando ensaye la novela que ahora escribe, pueden enfermar esas olas de las que hablaba, convertirse en gelatina y chupar, beber, sangrar o quizá ese sea el terreno de los relatos y la novela haya encontrado otros paisajes donde narrar lo inencontrable, lo inenarrable. Tiene una mirada ágil de día, se mueve, nada, bucea, imparte clases y vive en la ciudad más cosmopolita de la tierra, un lugar del que no se vuelve porque ya no hay otro lugar posible. Cuando escribe, toda esa luz, esa mirada, estoy seguro que desaparece, es la única manera de trasladarte a los lugares que vas a recorrer, saliendo de tu piel y entrando en un terreno estéril, inhóspito, en el que sobra todo, la ley, las causas, el cansancio, ese espacio sin ventanas que no aparece en Google maps. Es ahí donde vas a estar el tiempo que dure tu lectura y tu queja quedará también ahí guardada para siempre. Si te atreves a mirar la portada de Aron Wiesenfeld, si te puedes asomar a sus mujeres, sus niñas de piernas largas y manos pálidas, esas niñas, esas mujeres que dan escalofríos, estás preparada para pasar a la siguiente página, pero no te creas que el frío solo llega de una parte del cuerpo, arder y morir de frío a la vez, arder y morir de frío, sudar con la piel seca, mirar con los ojos ciegos, acariciar sin tocar, peinarse frente a una pared vacía de espejos con los pies siempre desnudos, también en invierno sobre el agua y el hielo, si puedes, si te atreves a mirar así tendrás tu recompensa, desearás más y Marina Perezagua te lo va a dar, estoy seguro de que tendrás su libro y será de tu altura.