Mencia de Calderón, la primera conquistadora española, dirigió una expedición al Río de la Plata para llevar al Paraguay a ochenta doncellas hidalgas extremeñas. Esta caravana de mujeres partió del puerto fluvial de Sevilla en 1550. Mencia era una viuda joven que se hizo cargo de la expedición de mujeres casaderas al fallecer inesperadamente su esposo. Eran casi niñas, entre los 12 y los 16 años. Pasaron mil calamidades. Seis años tardaron en llegar a Asunción después de perderse en una tormenta, de verse atacadas por piratas franceses en Guinea, de arribar a Brasil donde fueron retenidas y caminar por selvas y montañas. El mundo tal como lo conocían se desmoronó en aquel viaje, sus costumbres, sus convenciones, su higiene. ( Lola Rivera)
Mencia de Calderón, según Elvira Menéndez: «El Corazón del Oceano». Por : Lola Rivera.
Juan de Sanabria, el esposo fallecido de Mencia, había solicitado y obtenido el puesto de Adelantado a cambio de conducir a las damitas, pues a la muy católica corona -Carlos V- le preocupaba el mestizaje que se estaba produciendo en América. En Asunción era práctica habitual la poligamia con las indias.
Esta aventura la ha relatado Elvira Menéndez en su novela El corazón del Océano, Temas de Hoy, 2010. Los hechos son históricos: Mencia existió y contó su viaje en un breve relato, pero Elvira Menéndez es una escritora imaginativa que ha trabajado durante veinte años en esta novela, recreando la historia original. Actriz, guionista y autora de más de treinta libros para niños –ese público exigente- adereza el relato con toda la maestría de su oficio. Es su primer libro para adultos. Novela histórica muy documentada que se construye, como no, alrededor de un romance. Alonso, un joven de Pontedeume, se ve obligado a huir a América por ser bastardo de un noble en una Galicia todavía feudal revuelta en luchas de poder. Camino de Sevilla hace un alto en Salamanca, ciudad de estudiantes hambrientos, pícaros y rameras. Ana de Rojas, su amada, procede de una familia de Trujillo, sin posibles pero con orgullo de hidalguía, que se alivia al enviarla a ese destino incierto en busca de fortuna.
Quien acuda curioso por la extrañeza del argumento a comprar la novela a unos grandes almacenes lo encontrará en la sección de best-seller, junto a otros mundos sin fin. Hay que superar el escrúpulo (con esos remilgos nadie habría leído Memorias de Adriano o Yo Claudio). El libro está en esa sección por su carácter de novela histórica, pero se trata de buena literatura de aventuras, escrita en español por quien ama nuestra lengua. El amor de Elvira Menéndez por el castellano lo refleja en las numerosas anécdotas etimológicas que se encuentran en el libro y la riqueza semántica que recoge. Es un episodio desconocido y fascinante de nuestra historia. Unos acontecimientos que de haber ocurrido en el mundo anglosajón ya pertenecerían al imaginario popular y habrían sido filmados en varios re-make.
El poso que deja esta lectura es el conocimiento de los distintos ambientes que recorre. Una España en grave crisis –el descubrimiento del Nuevo Mundo sirvió para enriquecer a unos pocos y provocar inflación; un puerto de Sevilla multicultural y cosmopolita plagado de buscavidas que contempla cómo se embarcan las adolescentes envueltas en costosos vestidos y chapines; la ardua tarea de organizar una travesía hacia América, en la que los aventureros empleaban auténticas fortunas; la vida de las damiselas en naves en las que los tripulantes hacían sus necesidades por la borda y lavaban sus ropas con agua de mar que provocaba escoceduras en la entrepierna; la peste y el hambre; el impacto de las niñas al encontrar seres humanos que viven desnudos y desconocen la moralidad cristiana; los tormentos de los esclavos negros de Brasil contados por ellos mismos en los ingenios; el carácter de los guaraníes; la avaricia y brutalidad de los colonos europeos. Todo esto se aprende con el libro, y también tolerancia e igualitarismo.
Pero con todo lo que nos enseña la lectura, que es mucho, lo más importante es el disfrute de la aventura. En ocasiones los escritores olvidan que el entretenimiento es placentero y necesario para el espíritu. La novela es divertida, francamente.
Elvira Menéndez González
mayo 21st, 2012
Gracias por estos magnificos comentarios de Lola Ribera. Quiero resaltar que, sin conocerme, ha percibido los objetivos qcon esta novela.