Se marcha este mes, un mes generoso con el frío, que asumió protagonismo fuera de nuestros sueños como insólita poesía para una tierra templada por el mediterráneo. La ciudad, para conseguir su fin de hacernos felices, transmuta la manera habitual de percibir la vida intentando escapar de un tiempo que va más allá de lo acostumbrado. Compartimos un mismo lenguaje y hablamos de temperaturas y pronósticos, de versos de lluvias y vientos, grises permanentes y extrañas circunstancias, imágenes que invitan a la lectura y a quedarse en casa sentados al calor de las faldas de una mesa camilla. Comparamos otras vivencias y nos sentimos felices. Somos una ciudad ordenada. Así pues, que estemos en invierno y pasemos frío no es un impedimento para la felicidad.
Fue el filósofo musulmán Al Farabi quien definió la ciudad como una sociedad ordenada, en la que todos podemos ser felices si nos ayudamos y nos entendemos. Solo así será posible. Pero la ciudad es también cultura y el hombre que crea la ciudad deberá conocer y amar esa cultura. Un primer paso es acercarse a los museos. Málaga ha tenido un comienzo lento pero decidido en el camino del Arte. Desde los años sesenta y setenta volvió a renacer el interés por el desarrollo y las actividades culturales, los libros, los conciertos. Se recuperaron el Teatro Cervantes, el Ateneo, La Fundación Unicaja y La Real Academia de Bellas Artes de San Telmo; se ha puesto en marcha la Fundación Picasso y La Orquesta Filarmónica. Hoy cuenta con unos treinta museos, la mayoría están situados en el mismo centro histórico. Museos que llevan nombres importantes como el de Picasso y el museo Carmen Thyssen, o el Centro de Arte Contemporáneo. ( Pilar Moreno)
Museos Malagueños Desconocidos. Por Pilar Moreno.
Hay otros menos conocidos pero apetecibles en estos días destemplados , que también nos inician en el legado artístico de la ciudad. Tienen una atracción especial estos museos que se mantienen en silencio, casi inadvertidos, con una imagen acogedora de hogar. La casa-taller de Pedro de Mena, imaginero del siglo XVII, es uno de los pocos inmuebles domésticos que se conservan de ese periódo en Málaga. Fue restaurada en su configuración original y habilitada por encargo del Ayuntamiento. Con esto consiguió recobrar su corazón y sus méritos artísticos. El edificio tiene un patio central rodeado de galerias cubiertas y una gran puerta de cuarterones que da entrada a la escalera de dos tramos que lleva a la planta primera y a la planta superior. Ahora es Patrimonio histórico y un referente cultural. En ella se ha instalado el museo Revello de Toro.
De las ciento cuarenta y dos obras, óleos, bocetos y dibujos, que fueron cedidas por el pintor malagueño Felix Revello de Toro, ciento cuatro forman la colección permanente del museo. Retratos de su entorno familiar, de su esposa y de su hija; bodegones y naturalezas muertas, además de algunas muestras de su etapa inicial en acuarelas y en pastel, nos dan a conocer a un artista de gran creatividad, sensible y preciso en su trabajo. Es principalmente conocido por la elegancia con que retrata la belleza de la mujer, inspiradora de la mayor parte de sus obras. El poeta Manuel Alvar decía que las mujeres de Revello de Toro son la imagen de lo que él que querido que sean, de lo que, por ellas, queremos que sean, aunque tal vez se reduzcan a algo que no son.
Sumida en el sueño, de trazos suaves y de una sinfonía de blancos que envuelven delicadamente a la modelo, es el trabajo más estimado por el pintor y ocupa un espacio reservado en el museo. Mención aparte merecen sus dibujos y bocetos, a lápiz y al óleo, que están expuestos en grandes vitrinas especialmente diseñadas. La serie Doce rostros de Mujer destaca por la gran maestría con que está realizada. Por expreso deseo del pintor todas sus obras han sido cedidas a la ciudad donde nació para que queden expuestas permanentemente.
Por último visitamos en la planta baja la Sala Memorial dedicada a Pedro de Mena y Medrano. Un audiovisual nos detalla su nacimiento en 1626, la juventud y formación en Granada, los principales momentos de su vida como su matrimonio y el establecimiento definitivo en Málaga con la misión de terminar la sillería del Coro de la Catedral. Su obra, que se encuentra muy dispersa geográficamente, es de imaginería religiosa a excepción de las esculturas de los Reyes Católicos para las catedrales de Toledo y Málaga. Pedro de Mena ha quedado en la memoria de los malagueños por el Crucificado, el Cristo de la Buena Muerte y Ánimas, que realizó para el convento de Santo Domingo alrededor de 1665 a 1670. La desapareción de la imagen durante los trágicos acontecimientos del año 1931 aumentó su veneración y la rodeó de un halo mítico. El Cristo que ahora desfila por las calles de Málaga en la noche del Jueves Santo no es una copia exacta del de Mena, aunque se le conoce con este nombre.
Decía el filósofo e historiador alemán Samuel Pufendorf, que la cultura es todo lo creado por el hombre. El museo es el testimonio material de esa cultura; su fin es conservar y darla a conocer poniéndola al alcance del hombre. La ciudad es otro testimonio. Tiene su propio lenguaje; cada rincón, calle, edificio, pliegue en el asfalto, nos habla de su origen y su historia, explica su pasado y confirma su presente. Nuestra misión es entonces asumir los valores que nos transmite, reconocer su diversidad y transmitirlos. En el fondo se trata de nuestra propia historia. De todas formas quedan museos por recorrer y mucha cultura a la espera de un diálogo.
catherine
abril 10th, 2012
Me encantó mi visita de Málaga, pero aprender aquí que el Cristo de Mena es una copía ¡qué choque!