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Penélope, Reina de Ítaca. El personaje, su imagen y sus contradicciones. Por : Virginia Seguí

 

 

 

 

 

 

 

   La imagen que de Penélope se ha creado a través de los siglos partiendo, básicamente, del relato que de su vida hace Homero en  La Odisea, obra que se ocupa principalmente de las aventuras que vive su esposo Odiseo (Ulises para los romanos), rey de Ítaca quien tras la guerra de Troya trata de regresar a su hogar.

   (Virginia Seguí)

 

 

 

Penélope Reina de Ítaca. El personaje, su imagen y sus contradicciones.  Por : Virginia Seguí Collar

 

La imagen que tenemos de Penélope ha sido creada a través de los siglos partiendo básicamente del relato que de su vida hace Homero en  La Odisea, obra que principalmente se ocupa de las aventuras de Odiseo (Ulises para los romanos), rey de Ítaca y esposo de Penélope que tras la guerra de Troya trata de regresar a su hogar. El héroe tras pasar diez años peleando en Ilión empleará otros tantos en regresar a su patria; mientras su esposo vive una vida de acción en un mundo inquietante alejado de su hogar y su familia; Penélope, por el contrarío, vive y experimenta sus heroicidades en Ítaca, en su propia casa ocupándose de mantener incólumes y productivas las posesiones de su esposo, además de cuidar de su hijo Telémaco y de su suegro Laertes; ya que el regreso de Odiseo a su hogar se dilata y Penélope se ve acosada por numerosos pretendientes quienes, dándole por muerto, pretenden desposarse con ella y ocupar el lugar de su esposo en su vida y en su reino. Su resistencia a ello la ha convertido en el paradigma de la mujer fiel, hogareña, dedicada a su familia y a sus hijos, una especie de ángel del hogar de la época aquea.

Penélope había nacido en Esparta en el seno de una familia de estirpe regia, su madre fue la ninfa de agua dulce o náyade Peribea, fruto de la unión de Perseo con Andrómeda y su padre fue Icario de Esparta nacido a su vez de Perieres y Gorgófone (otras versiones lo hacen hijo de Ébalo y Batia) y hermano de Tindareo rey de Esparta, padre putativo de Helena (ya que ésta era realmente hija de Zeus y Leda esposa de Tindareo) y de Clitemnestra. Las hazañas de Penélope se alejan sobremanera de las de sus, también famosas, primas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Zielinski en su Historia de la Civilización Antigua relata que en época aquea, donde se encuadra la vida de Penélope, el principio fundamental de la familia griega era la monogamia, el jefe de la familia tenía una sola esposa; ama de su casa y madre de sus hijos. La educación de los niños se realizaba en el seno del hogar; los jóvenes se instruían para convertirse en valientes guerreros, capaces tanto de participar en los concursos de la arena como en pronunciar un discurso y mantener su sitio en los coros, basándose su instrucción en dos vertientes esenciales: la gimnástica y la música. Las jóvenes, por el contrario, crecían al lado de su madre, quien las instruía en los trabajos femeninos, con frecuentes veladas de canto que distraían la monotonía de sus vidas. Las virtudes más estimadas en una joven soltera eran su nobleza, su belleza, su inteligencia y su aptitud para los trabajos femeninos.

Odiseo acudió a Esparta pretendiendo la mano de Helena, la bella hija de Tindareo, pero al darse cuenta de la imposibilidad de su pretensión, ayudó al rey de Esparta a que la elección del mejor candidato a esposo para su hija no le creara problemas; proponiéndole una estratagema; le indicó que todos los pretendientes debían jurar respetar su decisión final y debían comprometerse a defender al elegido sin cuestionarlo; a cambio de esto consiguió su ayuda para casarse con su sobrina Penélope (otras versiones indican que gano la mano de Penélope ganando la carrera que su padre había propuesto como prueba a los candidatos). Lo habitual hubiera sido que una vez casados los esposos se hubiera instalado en Esparta; pero Odiseo deseaba volver a Ítaca, su reino, tierra que amaba y donde vivía su padre ya viudo y así se lo hizo saber a Icario; éste dejo la decisión en manos de su hija; y Penélope eligió seguir a su esposo demostrando con ello el amor que sentía por su esposo.

Telémaco fue el primer fruto de este amor, siendo todavía un niño Odiseo fue requerido para acudir a la guerra de Troya, el amor por su familia le hizo fingir un estado de locura en un intento de evitar su marcha; pero finalmente no le quedó más remedio que cumplir su palabra de defender a Menelao y seguir a los griegos en su guerra contra Troya tras el rapto de Helena; parte de su patria, dejando el cuidado de su reino y de su familia en manos de su esposa Penélope.

En esta época la casa o palacio era el centro de la vida familiar, lo más característico de ella, dada la clemencia del clima meridional, era el patio (aule) donde transcurría gran parte de la vida; después había otras dos grandes piezas o habitaciones  (megaras), destinadas una al marido y otra a la mujer; la del marido solía usarse de comedor y  para recibir visitas si el tiempo no permitía hacerlo en el patio;  el apartamento de la dueña de la casa servía para que ésta dirigiera el trabajo doméstico. No había cocina, tal como la entendemos ahora, pues la comida consistía, básicamente, en carne asada acompañada de pan (la tajada de Deméter) y los animales se descuartizaban y arreglaban en el patio, donde estaba el altar (bomos) en el que se depositaban ciertas de sus partes como ofrenda a los dioses; el resto se asaba al fuego para el consumo de la familia, esclavos y sirvientes.

 

La casa o el palacio, en este caso, era también el centro de la economía de la isla, desde donde se controlaba y se dirigía, en ausencia de Odiseo, la producción del reino; este centro debía ser, hasta donde fuera posible una unidad económica autónoma; en donde se  produjeran todos los productos utilizados en ella; el trabajo se repartía entre el matrimonio, el hombre trabajaba en el exterior ocupándose de los campos, el ganado, la apicultura y las actividades cinegéticas; mientras la mujer dirigía el trabajo del interior; era donde se preparanban las materias primas que provenían del exterior. La fabricación del pan, requería el trillado, aventado, secado del trigo, su posterior machacado en molinos de mano para la obtención de la harina con la que se hacía el pan en hornos preparados para ello.

Otra actividad importante era la fabricación de tejidos, ésta requería el tratamiento de la lana obtenida en el exterior de los rebaños; y su posterior tratado hasta la obtención del hilo necesario para trabajar en el telar. Este trabajo al que se dedicaba la dueña de la casa, cualquiera que fuese su rango, era muy honroso y respetado; algunas mujeres griegas destacaron particularmente en este arte entre ellas Andrómaca, y la propia Penélope, quienes conocían los secretos del telar y sabían  adornar sus producciones con dibujos variados; las princesas no solamente hilaban, sino que podían, incluso, lavar la ropa en compañía de sus jóvenes esclavas como relata La Odisea en el caso de Nausicaa; no obstante y dada la versatilidad del trabajo en la casa era necesaria la participación en estas actividades de un considerable número de criados y/o esclavos que dependía del tamaño de la explotación.

Todo esto indica que Penélope, tras la marcha de Odiseo, tuvo que enfrentarse sola a una vida de responsabilidad y dedicación, debiendo asumir ella sola la responsabilidad de que la educación de su hijo fuese la adecuada a sus obligaciones futuras como rey de Ítaca, y, ante la imposibilidad de sustituir a Odiseo en las labores del exterior sí al menos supervisarlas y controlar su correcto funcionamiento. No conocemos ningún detalle de su vida durante el transcurso de la guerra de Troya, es decir sobre los diez primeros años de ausencia de Odiseo, el relato de Homero se centra en la historia a partir del inicio de su regreso; y nos ilustra con algunos detalles de esos últimos diez años; ya cuando Penélope se encuentra ya asediada por los pretendientes quienes instalados en su palacio y se dedican a dilapidar sus bienes y hacienda; además de pretender mancillar su honor o, cuando menos, ser elegidos como sustitutos de Odiseo.

 La resistencia de Penélope es la propia de una mujer, ante su inferioridad física y la imposibilidad de enfrentarse a ellos en la arena como haría su esposo, ella inventa tretas y ardides para entretenerlos y mantenerlos alejados de su vida; aunque que tenga que soportar su presencia en el palacio. Su ardid más famoso es el del telar, Penélope con el pretexto de tejer la tela que serviría de sudario a su suegro, Laertes, pasa casi cuatro años de su vida tejiendo de día y destejiendo de noche una inacabable tela en la que entretiene su tiempo y el de los pretendientes; consiguiendo ir dilatando el momento de tener que elegir un esposo entre ellos y con la esperanza de que Odiseo regrese y la libre de ellos. Cuando es delatada por una de sus esclavas y descubierta su estratagema; debe enfrentarse nuevamente a ellos, y entonces los entretiene aceptando regalos de todos, y enfrentándolos entre sí al coquetear con unos y con otros y nuevamente dilatando su decisión de elegir esposo entre ellos; también pasa largos ratos en sus aposentos llorando e implorando a los dioses que se apiaden de ella permitiendo su muerte o propiciando el regreso de Odiseo. Antínoo uno de los pretendientes, critica ante Telémaco la actitud de su madre: “Sabe que los culpables no son los pretendientes de entre los aqueos, sino tu madre, que sabe muy bien de astucias. Pues ya es éste el tercer año, y con rapidez se acerca el cuarto, desde que aflige el corazón en el pecho de los aqueos. A todos da esperanzas y hace promesas a cada pretendiente enviándole recados; pero su imaginación maquina otras cosas.

Telémaco responde a esto con una esclarecedora declaración de sus pensamientos y temores: “Antínoo, no me es posible echar de mi casa contra su voluntad a la que me ha dado a luz, a la que me ha criado, mientras mi padre está en otra parte de la tierra –viva él o esté muerto. Y será terrible para mi devolver a Icario muchas cosas si envió a mi madre por propia iniciativa. Por parte de mi padre sufriré castigo y otros me darán la divinidad, puesto que mi madre conjurará a las diosas Erinias si se marcha de casa y también por parte de los hombres tendré castigo.”

La vida en palacio debía, a veces, desesperar a Penélope que procuraba mantenerse en sus aposentos mientras los pretendientes en el patio comían y se entretenían escuchando los relatos del aedo Femio; estos relatos para ella eran también motivo de dolor; Homero en un momento de su obra la presenta en sus aposentos del piso alto escuchando la declamación que hacia el ilustre aedo de los Nosti , poemas que relataban el regresos de los aqueos a sus hogares tras la guerra, regreso declarado funesto por Palas Atenea ante la derrota troyana; funestos y desgraciados en especial para ella quien desciende al patio cubierta por un grueso velo y seguida por sus esclavas, entonces la hija de Ícario, la prudente Penélope… […] la divina entre las mujeres deteniéndose, junto al pilar central del patio habló llorando al divino aedo: “Femio, sabes otros muchos cantos, hechizo de los mortales, hazañas de hombres y dioses que los aedos hacen famosas. Cántales uno de éstos sentado a su lado y que ellos beban su vino en silencio; mas deja ya ese canto triste que me está dañando el corazón dentro del pecho, puesto que a mí sobre todos me ha alcanzado un dolor inolvidable, pues añoro, acordándome la cabeza de un hombre cuyo renombre es amplio en la Hélade y hasta el centro de Argos.”

Palabra que provocan un reproche de su hijo Telémaco quien le indica: “Que tu corazón y tu espíritu soporten escucharlo, pues no sólo Odiseo pereció en Troya el día de su regreso, que también perecieron otros muchos hombres. Conque marcha a tu habitación y cuídate de tu trabajo, el telar y la rueca, y ordena a las esclavas que se ocupen de lo suyo. La palabra debe ser cosa de hombres, de todos, y sobre todo de mí, de quien es el poder en este palacio.” 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Esto demuestra que, en cierto modo, Penélope también tiene que enfrentarse a su hijo; que con el paso de los años se ha hecho mayor y pretende también el trono de Ítaca ocupado por su madre en ausencia de su padre; y al no encontrar solución a este problema ni al de los pretendientes pues no se siente capaz de enfrentarse a ellos personalmente, piensa en ocasiones que la solución sería que su madre volviera nuevamente a Esparta al lado de su padre, Icario, y eligiera un nuevo marido; con lo que él quedaría tranquilo como dueño y señor de Ítaca.

Esto no mengua el amor de Penélope por su hijo y cuando conoce a través del Medonte, que éste ha embarcado camino de Pilos y Esparta en busca de noticias de Odiseo, y que a su vuelta los pretendientes le han preparado una emboscada buscando su muerte, se siente desfallecer y se sume en la desesperación recluyéndose en sus aposentos y, envolviéndole una pena mortal, gime al lado de sus criadas a las que dice en un intento de salvarle: “Escucharme, amigas pues el Olímpico me ha concedido dolores por encima de las que nacieron o se criaron conmigo: primero perdía un esposo noble de corazón de león y que se distinguía entre los dánaos por excelencias de todas clases, un noble varón cuya vasta gloria se extiende por la Hélade y hasta el centro de Argos. Y ahora las tempestades han arrebatado sin gloria el palacio a mi amado hijo. No me enteré cuándo marchó. Desdichada, tampoco a vosotras se os ocurrió levantarme de la cama, aunque bien sabíais cuándo partió aquél en la cóncava y negra nave, pues si hubiera barruntado que pensaba en este viaje, se había quedado aquí por más que lo ansiará o me habría tenido que dejar muerta en el palacio. Vamos que llame alguna al anciano Dolio, mi esclavo, el que me dio mi padre cuando vine aquí y cuida mi huerto abundante en árboles, para que vaya cerca de Laertes lo antes posible a contarle todo esto, por si urdiendo alguna astucia en su mente sale a quejarse a los ciudadanos que desean destruir el linaje de Odiseo, semejante a un dios.

Estas palabras de Penélope evidencian su dolor ante la partida de su hijo y los negros auspicios que sobre él se ciernen; pues ella no conoce que su marcha le ha sido aconsejada por la diosa Atenea quién cuidará de que arribe a buen puerto y tras interrogar al divino Nestor en Pilos y al rubio Menelao en Esparta sobre el paradero de su padre, velará para que regrese sano y salvo junto a ella.

 

 

De cualquier forma la vida de Odiseo está en manos de los dioses y sólo cuando ellos deciden que debe volver a su patria, el regreso del héroe, pese a las dificultades, será posible. Al inicio del relato Odiseo se encuentra en Ogigia isla en la que se está retenido por la ninfa Calipso quien le ha mantenido allí siete años de su vida prometiéndole la inmortalidad; los dioses envían a Hermes para ordenar a la ninfa que debe dejarle marchar; Calipso, obediente, le ayudará a construir una balsa y tras proveerle de alimentos para el viaje le despedirá; su adiós a la ninfa es una de las pocas ocasiones en las que Odiseo desvela sus sentimientos hacia Penélope, su esposa, y los sufrimientos que está dispuesto a soportar por regresar junto a ella: “Venerable diosa, no te enfades conmigo, que sé muy bien cuánto te es inferior la discreta Penélope en figura y en estatura al verla de frente, pues ella es mortal y tú inmortal sin vejez. Pero aun así quiero y deseo todos los días marcharme a mi casa y ver el día del regreso. Si alguno de los dioses me maltratara en el ponto rojo como el vino, lo soportaré en mi pecho con ánimo paciente, pues ya soporté muy mucho sufriendo en el mar y en la guerra. Que venga esto después de aquello.”

 

 

Pese a la decisión de los dioses, en asamblea, de permitir su regreso a Ítaca; Odiseo encontrará la oposición de Poseidón quien sigue encolerizado con él por haber dado muerte a su hijo Polifemo, y que tras descubrirle en la balsa en pleno mar levanta una tempestad buscando su muerte; solo le salvará la providencial ayuda de Ino Leucotea quien le entrega un velo inmortal con el que protegerse lo que le permite llegar sano y salvo a tierra en Esqueria isla de los feacios.

 

 

Odiseo dormido en el bosque será descubierto por Nausícaa, hija de Alcínoo, rey de los feacios, que juega descuidadamente a la pelota con otras jóvenes, cuando se dirigen al río a lavar la ropa; ayudado por Atenea llegará a
palacio y se dará a conocer a Alcínoo relatando en la corte todas las aventuras vividas en su regreso: desde su lucha con los Cicones, los lotófagos y los Ciclopes, hasta su estancia en Eea, donde la maga Circe le retuvo un año entero hasta que consiguió romper su hechizo; no oculta tampoco su viaje al Hades ni su conversación con Elpenor y Tiresias, Agamenón y otros célebres héroes griegos; ni su paso entre Escila y Caribdis donde soportó el canto de las sirenas atado al mástil de su nave; finalmente también relató su estancia en Trinaquía, donde perecieron sus compañeros tras comerse los rebaños de Helios; y su llegada y partida de Ogigia donde Calipso le retuvo los últimos siete años de su vida tras ofrecerle la inmortalidad e intentando que accediera a convertirse en su esposo. Alcínoo se apiadará de Odiseo y le proporcionará los medios y las naves necesarias para finalizar su viaje y llegar a Ítaca provocando así la ira de Poseidón.

Odiseo una vez en su patria y con la ayuda de Atenea, inicia su acercamiento al palacio; el proceso pasará por varias fases, disfrazado de pordiosero y mendigo para no ser reconocido, irá relacionándose con sus esclavos y criados conociendo por ellos las dificultades de su hacienda y de su esposa por mantenerla y mantenerse fiel a él frente a la actuación de los pretendientes. Se dará a conocer a su hijo Telémaco ya de vuelta de su viaje a Pilos y Esparta, planeando con él su venganza sobre los pretendientes; una vez en palacio y tras ser vejado por ellos será recibido por su Penélope quién busca en él, como forastero, noticias sobre su esposo; esto propia que su nodriza Euriclea le reconozca por una cicatriz en su pierna, aunque es conminada por Odiseo para que no le descubra.

Telémaco al rencontrarse con su madre tras su regreso la pide que suba al piso de arriba, tome un baño y prometa ofrendas y hecatombes a los dioses por su salvación. A lo que ella responde: “Telémaco en verdad voy a subir al piso de arriba y acostarme en el lecho que tengo regado de lágrimas desde que Odiseo partió a Ilión con los átridas.”

Penélope presente en las vejaciones al forastero, reprende a su hijo por permitirlo, lo que hace que uno de ellos: Eurímaco, se dirija a ella con estas palabras de alabanza sobre sus cualidades: “Hija de Icario, prudente Penélope, si te contemplaran los aqueos de Artos de Yaso, serían muchos más los pretendientes que se banquetearan desde el amanecer en vuestro palacio, pues sobresales entre las mujeres por tu forma y talla y por el juicio que tienes dentro bien equilibrado.”

A lo que ella responde: “Eurímaco, en verdad han destruido los inmortales mis cualidades, forma y cuerpo, el día en que los aqueos se embarcaron para Ilion y con ellos estaba mi esposo Odiseo. Si al menos viniera él y cuidara mi vida, mayor sería mi gloria y yo más bella, pero estoy afligida, pues son tantos los males que la divinidad ha agitado contra mí. Cuando marchó Odiseo abandonando su tierra patria, me tomó de la mano derecha por la muñeca y me dijo: Mujer, no creo que vuelvan incólumes de Troya todos los aqueos de buenas grebas, que dicen que los troyanos son buenos luchadores, tanto lanzando el  venablo como las flechas o matando en veloces caballos, los cuales pueden decidir rápidamente una gran contienda cuando está equilibrada. Por esto, no sé si va a librarme dios o pereceré en la misma Troya. Cuida aquí de todo; presta atención a mis padres en el palacio como ahora, o todavía más, cuando yo esté lejos. Cuando veas que mi hijo ya tiene barba, cásate con quien desees y abandona tu casa. Así dijo aquél y todo se está cumpliendo. Llegará la noche en que el odioso matrimonio salga al encuentro de esta desgraciada a quien Zeus ha quitado la felicidad. Pero me ha llegado al corazón esta terrible aflicción: no suele ser así, al menos antes no lo era, el comportamiento de los pretendientes que quieren cortejar a una mujer noble, hija de un hombre rico, rivalizando entre sí; suelen llevar vacas y rico ganado para festín de los amigos de la novia y entregar a ésta brillantes presente, pero no comerse sin pagar una hacienda ajena.”

Estas palabras de Penélope son esclarecedoras y confirman las grandes cualidades que poseía la reina de Ítaca; y la libertad que Odiseo le dio de tomar esposo, si ese era su deseo, cuando Telémaco fuese adulto; pese a ello, ella se mantiene allí esperando su regreso y enfrentándose a unos envalentonados pretendientes que en lugar de cumplir con la tradición pretenden imponer sus condiciones además de desmantelar su reino.

A pesar de esto la situación era cada vez más difícil e insostenible para ella y entonces inventa otra estratagema para mantener a raya a los pretendientes, manifestando que se convertirá en su esposo aquel que tras tensar el arco de Odiseo atravesará con un dardo los huecos de doce hachas colocadas en hilera, teniendo la certeza de que sólo su esposo era capaz de realizar tal hazaña. Iniciando el certamen con estas palabras: “Escuchadme, ilustres pretendientes que hacéis uso de esta casa para comer y beber sin cesar un instante, la de un hombre que lleva ausente largo tiempo. Ningún otro pretexto podéis poner sino que estáis deseosos de casaros conmigo y tomarme por mujer. Conque, vamos pretendientes, esto es lo que os muestra como certamen: colocaré el gran arco del divino Odiseo y aquel que lo tense más fácilmente y haga pasar el dardo por las doce hachas, á éste seguiré inmediatamente abandonando esta casa querida, muy hermosa, llena de riqueza, de la que un día, creo me acordaré incluso en sueños.”

 Homero suele atribuir estas estratagemas de Penélope a la inspiración de la diosa Atenea, quién conocedora de todos los aspectos del relato va preparando la situación para un desenlace feliz; en este caso, el pordiosero será el único capaz de realizar la prueba propuesta por Penélope quedando al descubierto su verdadera personalidad y una vez convertido en Odiseo y con ayuda de su hijo y algunos criados fieles, cumplirá su venganza dando muerte a los pretendientes y a algunas criadas traidoras a su esposa.

Mientras esto sucede Penélope retirada en sus aposentos del piso de arriba dormía y es avisada por Euriclea, la nodriza de Odiseo, de su vuelta y de su venganza sobre los pretendientes; Penélope no da crédito a sus palabras y la cree presa de la demencia; pese al relato de la anciana sobre lo sucedido la fiel esposa de Odiseo sigue dudando de sus palabras, no quiere creer en ellas y luego volver a caer en la desgracia y el desasosiego si no son ciertas; la prudente Penélope sigue dudando: “Nodriza querida, es difícil que tú descubras los designios de los dioses, que han nacido para siempre, por muy astuta que seas. Vayamos pues, en busca de mi hijo para que yo vea a los pretendientes muertos, a quién los mató”

Su hijo le reprocha entonces que siga alejada de su padre, diciendo: “… ninguna otra mujer se mantendría con ánimo tan tenaz apartada de su marido, cuando éste después de pasar innumerables calamidades llega a su patria a los veinte años. Pero tu corazón es siempre más duro que la piedra.”; a lo que ella contesta que de ser cierto lo que dice y si Odiseo ha regresado a casa se reconocerán mutuamente, pues tienen señales secretas que sólo ellos conocen.

Una vez que Odiseo recupera su aspecto normal y después de aseado y vestido según rango, le dice a su esposa: “Querida mía, los que tienen mansiones en el Olimpo te han puesto un corazón mas inflexible que a las demás mujeres. […] vamos nodriza prepárame el lecho para que yo también me acueste, pues ésta tiene un corazón de hierro dentro del pecho.”; y Penélope para provocar a su esposo ordena a la nodriza:  “Vamos Euriclea, prepara el labrado lecho fuera del sólido tálamo, en el que construyó él mismo. Y una vez que hayáis puesto fuera el labrado lecho, disponer la cama – piles, mantas y resplandecientes colchas.. “; las siguientes palabras de Odiseo convencieron a Penélope de su identidad: “Mujer, esta  palabra que has dicho es dolorosa para mi corazón. ¿Quién me ha puesto la cama en otro sitio? […] había crecido dentro del patio un tronco de olivo de extensas hojas, robusto y floreciente, ancho como una columna. Edifique el dormitorio en torno a él, hasta acabarlo, con piedra espesas, y lo cubrí bien con un techo y le añadí puertas ajustadas, habilidosamente trabadas. […] Esta es la señal que te manifiesto, aunque no sé si mi lecho está todavía intacto, mujer, o si ya lo ha puesto algún hombre en otro sitio, cortando la base del olivo.” 

Penélope reconoce entonces a su esposo y le pide perdón por sus dudas, pero temía que los dioses que les han enviado el infortunio tratando de impedir que gozaran de su juventud y que envejecieran uno al lado del otro, siguieran teniéndoles envidia y procuraran su desventura; pero que tras manifestar claramente las señales de su lecho que ningún otro mortal conocería ha convencido su corazón, por muy invencible que éste fuera.

Odiseo recupera a su esposa y también a su padre, Laertes, lo que alegra los días del anciano; los dioses facilitaran un pacto para que haya paz en Ítaca; pese a ello Odiseo tiene nuevos retos a los que enfrentarse para calmar a Poseidón y Penélope volverá a tener que esperar su regreso.

Nada en La Odisea hace pensar que Penélope fue infiel a su esposo, sin embargo, otras fuentes  ponen en entredicho esta cuestión, y afirman que le fue infiel con  Anfínomo de Duliquio, o, incluso que mantuvo relaciones con todos los pretendientes por turno y que el monstruoso dios Pan fue el fruto de alguna de estas uniones y o quizás de una relación con Hermes; y que ante esta deshonra Odiseo, avergonzado, se vio obligado a enviarla nuevamente con su padre a casa de su padre Icario en Mantinea, donde todavía se muestra su tumba.

Respecto a esta cuestión hay que valorar que mientras en el caso de Odiseo se comprende cualquier relación mantenida con otras mujeres a lo largo de sus aventuras, achacando estos deslices del héroe a la maldad y las artimañas de las mujeres con las que se une como Circe o Calipso; cualquier devaneo de Penélope es criticado y visto como una infidelidad, cuestión comprensible dada la moral convencional de las sociedades desde las que se realizan dichas interpretaciones.

El concepto de héroe es muy variado y a lo largo de la historia han existido diferentes interpretaciones de lo que en cada caso se considera heroico, no obstante en mi opinión el pe
rsonaje de Penélope es tan heroico o más que el de su esposo; pues pese su debilidad como mujer es capaz de resistir todos los asedios de los pretendientes y las críticas de su hijo  manteniéndose en su posición en su hogar y en su reino, esperando el regreso de su esposo, por amor y decisión propia; por ello y pese a la contradicción que esta afirmación puede suponer, dado que nuestro imaginario literario nos permite convertir en héroes a los personajes de nuestras lecturas y vivir sus aventuras como propias; el convertir el personaje de Penélope en heroico nos permite experimentar una serie de vivencias que condicionarán nuestras actitudes posteriores; rompiendo con el modelo de ideal de mujer que la sociedad patriarcal pretende imponer, lo que, sin duda, modifica la convencional escala de valores y perturba la tradicional hegemonía masculina.

La imagen de Penélope ha sido reinventada e interpretada de muy diversas maneras, además de las que hemos visto a lo largo de este estudio podemos añadir algunas más en la que aparece incluso representada como una monja, o escribiendo como si fuera una joven medieval, una mujer pensativa, etc.. los artistas plásticos la han visto de múltiples formas y estas son algunas de ellas.

Fuentes:

Apolodoro. Biblioteca Mitológica. Alianza. Madrid. 1993

AA. VV. Mujeres de la Antigüedad. Ed. Jesús de la Villa. Ed. Alianza. Madrid. 2004

Boccacio, Giovanni. Mujeres preclaras. Ed. Cátedra. Madrid. 2010

Graves, Robert. Los Mitos Griegos. Vol. 1 y 2Ed. Alianza. Madrid. 2001

Homero. Odisea. Ed. de José Luis Calvo. Ed. Cátedra. Madrid. 2006

Zielinski, Thadee. Historia de la Civiliazación Antigua. Ed. Aguilar. Madrid. 1987

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  • Isolda

    octubre 16th, 2012

    No sabes lo que he disfrutado con toda esa historia, no tanto por desconocida, sino por tu aplicación en contarla, con tanto detalle creando si ello es posible, un clima de intriga que no te permite levantar la vista. Las pinturas, otro descubrimiento. Creo que sólo conoco una. muy interesante, repito.
    Gracias, Virginia por esa lección de historia mitológica y literaria. Un beso fuerte.

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