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Plumas rituales de los papúas y plumas del Lido. Idas y vueltas entre Francia y Papuasia-Nueva Guinea. Por : Catherine Beaume.

 

publicada el el Dauphiné libéréEste encuentro improbable entre guerreros de una tribu de la Papuasia  y coristas del famoso cabaré de París podíamos verlo en la cadena France 5 durante las Navidades. Todos los periódicos escribieron artículos, entre otros  la revista le Nouvel Observateur  y el Dauphiné libéré, cuatro páginas en el semanario, gran foto en la portada y la última página entera del Dauphiné. Sacamos las fotos de estas dos publicaciones, firmadas por el fotógrafo Marc Dozier que con su primera estancia en Papuasia durante el año 2000 inició estos intercambios y también de su web  donde se pueden ver muchas otras fotos y varios vídeos.

El secreto de este encuentro raro reside en la pasión para la danza y (o con) las plumas. Es también una larga historia de amistades. ( Catherine Beaume)

 

 

 

Plumas rituales de los papúas y plumas del Lido. Idas y vueltas entre Francia y Papuasia-. Por : Catherine Beaume.

 

Marc Dozier, nacido en 1974, estudió literatura en Grenoble, gráficos en París y entró en 1998 en la escuela de arte (Faculty of creative art) de Port Moresby en Papuasia-Nueva Guinea. En 2000 se quedó  en la tribu de sus amigos hulis durante varios meses. Viajó en el mundo entero haciendo reportajes para la revista . Pero sus pasos le condujeron otra vez cerca de sus amigos y tuvo la idea estupenda de invitarles en su casa  de Grenoble. Vinieron dos primos, Mundeya y Polobi que descubrieron los Alpes y París. Mundeya volvió varias veces y estas estancias fueron objeto de tres libros ilustrados por Dozier y comentados por nuestro papúa: El largo, largo viaje, La tribu de los franceses y En el país de los hombres blancos. El subtítulo del último es Memorias de un  papúa en Occidente, y el negro de esta libreta de viaje era Dozier, porque el papúa éste no sabe ni escribir ni leer.

Hicieron también dos películas, con el realizador Jean Marie Barrère: La exploración al revés (2008) y Danza con los papúas (2012).

 

Marc DozierEsta exploración al revés se parece a la “mirada extranjera” de los viajeros de las Cartas persas de Montesquieu (1721) en la Francia de Luis XV. Cuando Mundeya está por la tarde en la plaza del ayuntamiento de París con pantalones viejos y zapatos cortitos la policía le pide los papeles. Cuando va a una fiesta de noche, con sus pinturas, con su traje de gala, es decir su traje tradicional, taparrabo de cortezas, muchos collares y pulseras y muchísimas plumas muy altas y de colores vivos, la gente le aplaude en la calle y será el héroe de la noche. La fiesta se puede alargar hasta bien avanzada la madrugada porque su curiosidad hace que acepte todas las invitaciones  a beber una copa o ir a otra fiesta en otra casa. Lo quiere experimentar todo. Se va a la Asamblea nacional, los Cortes, y nota que los jefes  en todas las tribus hablan muchísimo.

metro. Tomada del Nouvel ObsDice con candor que la nieve le aterroriza, lo normal para alguien que no sabía nada de su existencia, que esquiar es muy peligroso pero sigue hasta obtener el primer grado de la escuela de esquí o trepar el Pico del Mediodía en Chamonix. El mar enfurecido de Saint Malo le dio un buen susto también, no lo conocía ni en calma. En Bretaña igualmente al visitar una granja de cerdos no se horrorizó de verles hacinados en el interior, comentó que  los animales están bien aparcados como coches. Es que practica un humor casi inglés que hace difícil saber cuando está bromeando. Se fue a la Torre Eiffel con su primo y les encantó tanto “poder tocar el cielo” que volvieron con todas sus mejores plumas y se les reservó un ascensor para ellos solos. La polución no le llama la atención. Lo que le indigna  de verdad es ver a mendigos en el metro o las aceras o a los ancianos en los asilos; comenta que en su tribu tienen poco pero que nadie se queda sin techo o sin algo que comer y que nadie pasa un día entero solitario.

Lo más interesante es su forma de decir las cosas. Constata hechos, dice lo que piensa pero nunca dice que es mejor en su país. Su mayor crítica fue la de la “fondue”, queso derretido en vino blanco que se come con trocitos de pan en los Alpes; para él huele muy mal ya al entrar en la sala y no es una comida aceptable. Las ostras, esos animales que se tragan vivos, tampoco le gustan pero prueba todo; él que vive de boniatos, con un cochinillo asado para las fiestas. Al revés, las patatas fritas le encantan, las belgas aun más, porque fue a Bélgica también nuestro etnólogo que compara las costumbres de las varias tribus de Occidente. Y juzga que las fritas y las cervezas están mucho mejores en Bélgica.

Dice también que no le molesta que la gente le mire en la calle como a un animal del parque zoológico (eso es lo que siente mucha gente), que al revés le admiran y que se pone su traje tradicional para enseñarlo, para hacer honor a sus orígenes y… para ligar más fácilmente.

 

Los tres libros y la primera película nos exponen el punto de vista de este explorador “al revés”, la más reciente nos enseña por fin lo que pasa en su tribu. Después de varios años de contactos con Julie, girl que conoció en el  Moulin  Rouge y que fue contratada por el Lido, vemos a Mundeya (y a Marc) lograr que tres coristas de este último cabaré vengan a Papuasia con sus baúles llenos de tesoros. Pues el equipaje consiste sobre todo en muchísimas plumas y poca ropa, “el traje tradicional de las mujeres blancas” según el anfitrión. Esta visita Mundeya la prepara en su pueblo contando otra vez sus estancias en la tribu de los franceses, y como todo viajero exagera. Pero no es el único que domina el arte del estilo florido. Cuando las tres chicas llegan por fin dos ancianos comentan:

“-son altas como cocoteros.

-pero son delgadas como galletas.”

Para ellas  han construido una casita donde una mujer de la tribu dormirá también y un cuarto de baño porque tienen el hábito raro de lavarse varias veces al día, “es porque tienen la piel tan dulce y brillante como la de las anguilas”.

Danza.Tomada del Nel ObsLa invitación de parte de los hulis es interesada: las mujeres cubiertas de plumas, especialmente de estas  plumas de color rosa que ellos no tienen en su entorno,  será un arma secreta en el concurso de danzas que reúne a numerosas tribus porque además bailan como aves del Paraíso. Las mujeres indígenas no participan en los concursos. De manera general viven aparte, duermen aparte en la misma casa (y los hombres juntos en otra), cultivan los boniatos cuando los hombres adornan sus pelucas con plumas más o menos relucientes, combaten con las tribus vecinas y sellan una tregua con unos cientos cerdos cuando el precio de una mujer es treinta cerdos, y entre guerra y guerra se perfeccionan en el arte del tiro con arcos. Quizás la vida del pueblo es un poco diferente de lo que enseña la película durante la estancia de las tres chicas. Lo importante de estas semanas es la preparación del concurso, encontrar una coreografía que reúne mujeres blancas y guerreros, hacer ensayos. Intercambian plumas y joyas, estudian el maquillaje, pintura amarilla y roja para los hulis, el rojo en los labios para las girls y esta cosa mágica que les amplia los ojos.

El primer concurso, con menos concurrencia, lo ganan fácilmente, cogen a los otros participantes por sorpresa. Pero el mayor, con muchas tribus y un control estricto en la entrada se les antoja más complicado. Las mujeres papúas no pueden tocar las plumas, las chicas bailarán con el traje femenino  tradicional huli y la cara pintada de un sobrio amarillo. Logran entrar todos, por una inadvertencia del puesto de control. Y lo que los periódicos no decían (para que la gente vea la película en televisión) es que “the team France-Pupasia wins” como lo dice el titular del periódico local. Ganan a pesar de los prejuicios y intercambian regalos: un tambor huli para las coristas y un traje negro-camisa blanca-corbata para Mundeya. Le faltarán los zapatos “con el sonido que al pisar el suelo hace de ti un jefe” para ser el mánager que organice un espectáculo en el Lido con los guerreros, todos o sólo tres, y todas las girls.

 

El deseo de Mundeya es: “¡que mis hijos elijan lo mejor de vuestro mundo y del mío!”.

Y nosotros, los de las tribus de los franceses o belgas, del Occidente, de los países de los hombres blancos, podemos decir con Montesquieu y su ironía:

“¿Cómo es posible ser persa?”, o papúa, o francés o belga, u español… etcétera.

 

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  • FlamencoRojo

    enero 20th, 2013

    Muy interesante esa percepción de otra gente hacia otras culturas. Enhorabuena por el artículo Catherine.

    Besos.

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