Nacido en Minnesota en 1896, Scott Fitzgerald – el autor, entre otras obras, de “El gran Gatsby” y de “Suave es la noche”- representa al novelista norteamericano de la Edad del Jazz, el hombre que había descrito “una generación que llega para encontrar a todos los dioses muertos, todas las guerras acabadas, toda fe en el hombre puesta en duda”. Universo de fiestas y de flirteos, de ansiedad económica y esteticismo, satírica melancolía mezclada con la necesidad de riqueza, Scott Fitzgerald ha quedado como escritor brillante y talento agotado antes de la madurez, cercado por sus problemas alcohólicos, autor sin embargo de relatos excelentes.
Su esposa Zelda y él mismo protagonizaron las tensiones de una pareja envuelta en la velocidad de la belleza, existencia ostentosa y desarraigada, traspasada por las enfermedades mentales de ella que iban extendiendo su intensidad hasta crisis lamentables y volcado él como escritor en análisis unas veces certeros y otras endebles. ( José Julio Perlado )
Scott Fitgerald: » Un plato rajado». Por : José Julio Perlado.
En la revista “Esquire” publicó tres artículos autobiográficos y en uno de ellos Scott Fitzgerald se describía a sí mismo como un “plato rajado”. “Con todo – decía allí el novelista –a veces hay que guardar el plato agrietado en la despensa, mantenerlo en servicio como necesidad doméstica. No será posible volver a calentarlo sobre el fogón o meterlo en el fregadero con los demás platos. No sería conveniente utilizarlo para servir a las visitas, pero sí usarlo para poner en él unas galletas por la noche o para meter las sobras en el frigorífico.
Hoy en día – proseguía confesándose -, el remedio habitual para alguien que está hundido es pensar en aquellos que están en la indigencia o sufren padecimientos físicos. Tiene una acción balsámica contra la melancolía en general y es un consejo razonablemente saludable para cualquiera en el transcurso del día, pero a las tres de la madrugada no sirve de nada. Y en una noche oscura del alma son siempre las tres de la madrugada, día tras día. A esas horas, la tendencia es negarnos a hacer frente a las cosas durante tanto tiempo como sea posible, retirándonos a un sueño infantil del que continuamente nos arranca, sobresaltados, el contacto con el mundo.Nos enfrentamos a esas situaciones tan rápida y descuidadamente como nos es posible, y luego nos refugiamos de nuevo en el sueño, confiando en que todo vuelva a recomponerse por sí mismo merced a alguna milagrosa bonanza material o espiritual. Pero cuando el repliegue persiste y cada vez hay menos esperanza de que se produzca dicha bonanza, ya no aspiramos a que se desvanezca un único pesar, sino que más bien nos convertimos en testigos involuntarios de una ejecución, de la desintegración de nuestra propia personalidad…”
Confesiones claras, declaraciones sintéticas de una vida recorrida al final por crisis nerviosas que afectaron a su propia obra. Eran las fuerzas ocultas detrás de un agotamiento psíquico. Como señaló uno de los mejores críticos, “El gran Gatsby” presentaba dos mundos concatenados: el de la historia moderna revestido de mitos intemporales, en el que el reloj se inclina hacia atrás, y el mundo de la historia invertida, reducida a fragmentos sin orden manifiesto: una tierra baldía de la modernidad.
Detrás de la fachada pública, el matrimonio de Scott Fitzgerald con Zelda se sometía a graves tensiones en el afán de cada uno de los cónyuges por conservarse y sobrevivir. El crash de 1929 destruyó la base simbólica de sus existencias y para 1930 los ingredientes de su matrimonio – la esquizofrenia de Zelda y el alcoholismo de de Scott – se hicieron evidentes. “No hay nada bajo nuestros pies”, anotó el novelista mientras el estilo de vida que habían mantenido comenzaba a romperse en pedazos.
Amando Carabias
mayo 23rd, 2013
Interesantísimo artículo que nos aporta una visión sincera de un autor que estos días está de moda, aunque según dicen los que saben, su novela no merecía esta adaptación.