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Tanta pasión para nada de Julio Llamazares. Por: Elías Gorostiaga.

 

Esta entrega para la revista ALENARTE, es a la vez mi posicionamiento ante la literatura y el mundo y lo hago aludiendo de nuevo a una muestra más de honradez de Julio Llamazares, honradez en una época tan confusa de fusiones frías, políticos corruptos, sombras, espejos deformados, premios estériles y premiados, festivales. Muchas cosas y muchas luces muertas, muchos amigos temporales que aparecen y desaparecen, de la misma manera que aparecen y desparecen los paisajes cuando viajas. Julio Llamazares escribe libros que se quedan, que se van instalando en la biblioteca y que no se olvidan. Va dejando muestras  (de momento solo eso, muestras) de  literatura, complicidad con el lector, al que siempre respeta, con el que bromea, con el que charla y siempre la gratitud y en este caso, el recuerdo a Antonio Pereira, José Carlón (paisanos míos también) y desde luego Angel González, tipos que también saben contar con pasión, lo que escriben y desde luego, nunca es para nada.

 ( Elías Gorostiaga )

 

 

 

 

 

Tanta pasión para nada de Julio Llamazares. Por: Elías Gorostiaga.

 

 

 

 

Las noches en la montaña de León, son así, noches literarias en las que alguien cuenta a los demás historias verdaderas, junto al fuego, (un filandón) historias que nunca quieres que se terminen, porque fuera aúlla el lobo y el frío. Y así me encuentro yo ahora, (en este caso en Olivella) frente a la chimenea, entre el lobo y el frío, y la nueva colección de cuentos (o relatos)Tanta pasión, para nada, que nada tienen que ver unos con otros y a la vez, son hermanos gemelos, como El penalti de Djukic, ese largo camino de recuerdos, que recorre un jugador de futbol ante el punto de penalti y que en la última línea, da pie al título, o la soledad del hombre que quiso parar el mundo, la melancolía de la navidad de la que Man escapa como puede, igual que escapa el conductor perdido, de una familia y una vida anodina. Todo metáforas de un paisaje que se contempla en la obra de Julio Llamazares, que va conformando su mundo, su mapa, sus habitantes, la verdadera razón de su literatura, desde que fuera expulsado de Vegamián, el valle hundido en el pantano del Porma y que le acompaña como una condena errante, entre personajes igual de errantes, que se enfrentan al mundo y pierden, y nos muestra la dificultad de escribir por encargo, la angustia de no llegar a terminar el cuento en la fecha señalada, en un Madrid literario donde todo el mundo se ha ido de vacaciones, (hasta la inspiración), esas vacaciones que aprovecha Llamazares para regresar cada año, al paisaje de las campanas de Villaverde, de La Vega,  del  Primout de Angel González, a donde nunca se regresa, esos lugares, como otros muchos por los que los demás pasamos sin escuchar, a uña de caballo, donde  se encuentran pequeños secretos como el del acordeonista ciego que recuerda la mina, la emoción en la historia del médico de la noche, un mundo que existe pero que se pierde si no hay alguien que escucha ese latido tan lejano, y J. LL. es lo que hace, le toma el pulso a las pequeñas historias que alguien cuenta, que alguien recuerda, que alguien escribe.

 

Y siempre partiendo de una situación irreversible para todos los personajes, a los que nunca juzga, incapaces de elegir lo mejor o lo menos malo para ellos, tan solo sabemos que son así, (nunca debió lanzar aquel penalti) y viven casi siempre una tragedia de soledad y de frío, de miedo en el caso del maquis, alejada del calor de lo común, lo que hace de ellos una especie de náufragos heroicos. Historias verdaderas y personales, hechas literatura, soledad, cierta tristeza y mucha poesía, historias que manchan y reclaman tu atención y ese poso bajo la lengua, sabiendo que por hoy, ya es la hora de ir a dormir y que mañana vendrán más historias y eso es lo que yo también espero desde hace años, desde aquella Lentitud de los bueyes del año 1979 y que hoy me sigue acompañando y espero que así lo haga El día de mañana.

 

Honradez entonces, solo que sabe a poco, es un botón del traje quizá de la manga, una muestra para la imprenta de Alfaguara, cebo para las librerías, mientras la gran novela que se espera, se va tejiendo lentamente en esas cuatrocientas páginas, sin que todavía sepa el autor, donde estará el final. Ahí es donde se verá el corte y la hechura, no del traje, sino del escritor.

 

(Tanta pasión para nada. Julio Llamazares. Alfaguara 151 pag. Foto en la solapa: por Cecilia Orueta. Diseño: Proyecto de Enric Satué)

 

 

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  • Isolda

    abril 11th, 2011

    ¡Qué tentación! Me lo apunto. Gracias.

  • Amando Carabias

    abril 11th, 2011

    Efectivamente, Djukic nunca debió lanzar aquel penalti, pero quien lo debía hacer se borró, pero gracias a eso nos queda este relato.
    ¿Lo que se comenta al final del texto es un deseo, o es cierto que Julio Llamazares está preparando su gran novela?
    Tienes razón, sus libros nunca se olvidan. Pero algo debe haber en aquel territorio para que tal suceda, porque sucede con muchos.

  • Elías Gorostiaga

    abril 12th, 2011

    está preparando una novela y la segunda parte de Las rosas de piedra

  • catherine

    mayo 5th, 2011

    Supongo que me gustaría a mi que vive cerca de la montaña, cerca del lobo y del frío, cerca de pueblos hundidos en pantanos. Me das muchas ganas de leerlo.

  • Elías Gorostiaga

    mayo 7th, 2011

    Anímate Cathe, y puedes empezar por la Lluvia amarilla, una obra maestra.

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