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Taxi Driver. El color de Nueva York. Por: Elías Gorostiaga.

Taxi_driver portadaUnos paisajes, una atmósfera sostenida por un recorrido musical no menos delirante, primitivo, callejero, ligeramente tenebroso y profundamente soñador, una melodía de saxo que se va repitiendo de forma incesante, que en realidad constituye el testamento del compositor Bernard Hermann que moría el 24 de diciembre de 1975, unos meses antes de que se estrenara. Hoy, todo ese entramado no lo escribe, ni lo produce, ni lo dirige nadie, las feministas se echarían encima desde la primera línea, se tacharía al director de misógino y racista.

 

La cabeza de Travis. Las calles de Nueva York. La soledad. El taxi amarillo. La lluvia. Esos primeros planos neuróticos. La cazadora con puños elásticos. Las botas. Veterano de Vietnam. The green colors $. Los trajes y los sombreros de los negros. Miau-Miau. Una Magnum 44: –La usan en Africa para cazar elefantes.

–You talkin’ me?

 ( Elías Gorostiaga ).






Taxi Driver. El color de Nueva York. Por: Elías Gorostiaga

 

Taxi driver, es una  mirada vacía dentro de un mundo que no controlas, en una situación tan inestable como la nitroglicerina. Es ese ambiente de los setenta en New York, la ciudad de las bandas, la ciudad de los Killers, de los barrios italianos, negros, chinos, hispanos, Bronx, Harlem, la ciudad sin ley que recorren los taxis de norte a sur de este a oeste, de río a río, casi todos los taxis.

-¿Tu recorres toda la ciudad, verdad? ¿Y a veces llevarás clientes de cuidado, ¿no?

 

Recorre la ciudad, arriba y abajo, con la mirada fija, sin mover un músculo

“doce horas de trabajo y sigo sin poder dormir, ¡maldita sea! Los días pasan unos tras otro, parece que no tienen fin.”

 

taxi-driver En su camino se cruza ella, “Llevaba un vestido blanco, era como un angel, dentro de aquel sucio maremagnum. Iba sola. La suciedad no podría alcanzarla.”  Es Betsi ( Cibyl Shepherd). En un impulso se acerca a su trabajo, una oficina para la elección del candidato Palantine a Presidente de los Estados Unidos, hablan, se intentan conocer, quedan en una cafetería y vuelven a quedar otro día. Todo  para ir al cine. Llegado el momento, la convence para entrar a ver una peli porno. A los dos minutos ella sale escandalizada. Son las películas que él va a ver después del taxi. Ese es el tiempo que tarda en seducir y perder a la chica. Sobre su cabeza se aplastan todas las pastillas tranquilizantes, la carga de soledad que escribe en su diario, asco y rabia, cuando ella no le vuelve a coger el teléfono y rechaza sus flores.

– Es como las demás, fría y distante, mujeres en su mayoría, forman como un gremio –dice Travis-

 

En su camino se cruza Fácil, Jodie Foster que en realidad se llama Iris, una niña prostituta de dieciséis años (Jodie tenía doce), chuleada por Spring/ Harvey Keitel, que pasea las calles

-Quince minutos quince dólares –dice Spring- veinticinco dólares media hora (risitas) Cow boy, las yeguas no son gratis.

 

Toda la película es un entramado en el que se van urdiendo historias, cada cual más delirante, incluida la que interpreta el propio Scorsese como pasajero que vigila la infidelidad de su mujer con un negro,

-Esa es mi mujer, pero esa no es mi casa.

taxidriver3Unos paisajes, una atmósfera sostenida por un recorrido musical no menos delirante, primitivo, callejero, ligeramente tenebroso y profundamente soñador, una melodía de saxo que se va repitiendo de forma incesante, que en realidad constituye el testamento del compositor Bernard Hermann que moría el 24 de diciembre de 1975, unos meses antes de que se estrenara. Hoy, todo ese entramado no lo escribe, ni lo produce, ni lo dirige nadie, las feministas se echarían encima desde la primera línea, se tacharía al director de misógino y racista. Los tiempos cambian, lo que nada impide que sigamos viendo esas viejas películas, de una violencia que crea secuencias para la historia y el estudio, dedos que vuelan, disparos cortos a los brazos, a la cara, al estómago, dedos goteando que disparan y hacen pufs, despiadados movimientos de cámara en planos cenitales para recorrer la secuencia del crimen, que ralentizan el final del mismo con esa calma chicha que te produce sudor y a la vez te da frío, que alarga esa secuencia hasta la calle, como si fuera de goma.

Pero antes de llegar ahí, Travis nos va preparando, se va afinando, compra las armas que necesita, las prueba, entrena, pone a punto un plan en el que vemos claramente que va a asesinar al candidato a la presidencia, y al final cambia de objetivo. La tensión nos va recorriendo los talones, la piel del espinazo, cada vértebra se resiente, con unos diálogos cortantes, ese nerviosismo fibroso de Travis que parece un resorte, el mismo joven y nervioso chico de Malas calles.

Si te gustan las calles, la soledad, ese color de Nueva York, Taxi driver sigue siendo tu gran película.

 

 

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