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Vigencia y Reivindicación del Lazarillo. Por Javier Carrasco

 

Muchachoconperro_Murillo_1655

 

Javier Carrasco nos trae este mes de diciembre no sólo una reflexión sobre un libro, sino sobre actitudes.

La picaresca… ¿estilo sólo literario?… o, más bien ¿estilo también de vida?…

Y cuánto pícaro antiguo y moderno podemos descubrir si estamos atentos.

“El autor del Lazarillo, al narrarnos la vida de su protagonista, nos describe una época que guarda algunas semejanzas con la nuestra. España no ha cambiado tanto: seguimos siendo un país de picaros, pillos y buscavidas”, dice nuestro redactor.

¿ Será más moderna la picaresca de lo que pensamos?…Si leen con atención pueden sacar sus propias conclusiones, y por supuesto, opinar si así lo desean.

 

 

 

Vigencia y Reivindicación del Lazarillo. Por Javier Carrasco.

 

CarlosV_Tiziano_1548

 

Imaginad que vivís en la primera mitad del siglo XVI, en una España de la que habéis oído hablar en los libros de historia, inmersa en el sueño imperial de Carlos V. Pocos monarcas han tenido tanto poder como aquel nieto de los Reyes Católicos que llegó muy joven a Castilla sin saber una palabra de castellano y que sofocó después, a sangre y fuego, las rebeliones de los Comuneros y las Germanías.

Imaginad que el país en el que vivís es el centro del mundo, que tiene una voluntad de dominio sobre toda Europa, el norte de África y parte de la recién descubierta América. Una España tan poderosa como envidiada, una España que incuba ya el virus de su decadencia. Aquel emperador había fiado su suerte y la de sus súbditos a combatir a los enemigos de la fe católica, fuesen el odioso turco o el luterano contrario a Roma. Arriesgada apuesta la de aquel soberano que no dudó en emplear todo el oro de las Indias para sufragar sus campañas militares sin que ni castellanos, ni andaluces, ni aragoneses, ni catalanes, se beneficiaran de la riqueza del Nuevo Mundo.

Imaginad un país en el que un niño, huérfano de padre y con una madre de mala fama, se echa al mundo con el propósito de sobrevivir sin la ayuda de nadie. Aquel niño llamado Lázaro deJovenBebiendo_Murillo Tormes maduró pronto, a base de testarazos y desengaños, a merced de las arbitrariedades de sus dueños, cada uno peor que el anterior. “Escapé del trueno y di en el relámpago’’, nos confesó.

Recordad las andanzas y las desventuras de aquel Lazarillo, convertido después en un pícaro, que “determinó arrimarse a los buenos para ser uno de ellos” y que representa, a nuestro ojos, el reverso de aquella España de pretendida grandeza que acabaría, años después, ya con el adusto Felipe II en el trono, en la bancarrota y en manos de un integrismo religioso que llegaría hasta el siglo XX.

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El autor del Lazarillo, al narrarnos la vida de su protagonista, nos describe una época que guarda algunas semejanzas con la nuestra. España no ha cambiado tanto: seguimos siendo un país de picaros, pillos y buscavidas. Ese carácter nuestro sale reforzado en la época que nos ha tocado vivir, cuando la dureza del momento histórico estimula el ingenio para el engaño. En El Lazarillo encontramos ejemplos de lo que hoy llamaríamos comportamientos propios de un corrupto, como aquel buldero que engañaba a la gente vendiendo bulas con trampa.

Entonces como hoy, el Estado se sacrifica en aras de un dogma, antes religioso y hoy económico (el famoso déficit). El resultado de ese error es el empobrecimiento de la gente. A algunas familias de clase media, de tantas como han venido a menos, les cuesta aceptar la situación y prefieren ocultarla por vergüenza. Nos recuerdan al hidalgo que fue amo de Lazarillo y que en la calle, con su porte distinguido, nadie diría que pasaba tanta hambre. Su siervo, compadecido de las penurias del escudero, mendigaba para que ambos pudiesen comer un mendrugo de pan antes de irse a dormir.

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El hambre es el tema central del Lazarillo. Lo creíamos superado, pero el hambre ha vuelto para quedarse un tiempo. Cada día me tropiezo con menesterosos allá por donde voy, sea en la puerta de un supermercado cuando hago la compra, o a mediodía cuando acudo a una casa de comidas, donde forman una fila para llevarse los restos que no se han vendido. Me recuerdan que, si me descuido, yo puedo ser uno de ellos.

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Esta España del hambre y de la necesidad que los gobernantes se afanan en ocultar, tan evidente si se respira el frío de la calle, refuerza la vigencia de la primera novela picaresca, una de las cumbres de nuestra literatura. Hoy como ayer, España participa de un sueño europeo. El de Carlos V acabó ahogado en guerras entre naciones. El que nos ha tocado vivir camina también hacia su propia destrucción. Nada dura demasiado si detrás sólo hay un equipo de contables.

DetalleVocaciónSanMateo

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