El título de la última exposición del Museo de la Resistencia y de la Deportación-Casa de los Derechos Humanos lo dice todo: en Grenoble los exiliados chilenos encontraron pronto un asilo seguro, una acogida calurosa, una ayuda eficaz en su vida cotidiana y un apoyo político.
A los más jóvenes la exposición les cuenta rápidamente cómo y por qué se produjo el golpe de estado de 1973. Describe pues la vida de unos de esos exiliados desde los últimos meses o años en Chile hasta la larga estancia en Francia. ( Catherine Beaume ).
Exiliados. El refugio chileno en Grenoble, 1973-2013. Por: Catherine Beaume.
El recorrido empieza atravesando una cortina donde se proyecta una foto de Salvador Allende hablando con un micrófono y se oye su último discurso, traducido en una hoja de papel para los visitantes franceses. Un cartel recuerda unas de las 40 medidas del gobierno de Unidad Popular: la nacionalización del cobre y la reforma agraria, la nominación de Pablo Neruda en la embajada de París. Así entendemos este “peligro marxista” que justificaría el golpe.
Estamos en Santiago, el 11 de septiembre de 1973 y algunos meses más tarde. Vemos las fotos más o menos conocidas de la quema de libros, de los arrestos, de los soldados y los tanques. Vemos el estadio nacional, la casa Grimaldi o Londres 38, centros de detención y tortura. Pasamos por Valparaíso y su magnífico buque escuela Esmeralda convertido en cárcel, por la colonia Dignidad del ex nazi Paul Schäfer Schneider que trabajaba con la DINA, Dirección de Inteligencia Nacional. Un mapa enseña los centros de la operación Cóndor, en Chile, Argentina, Bolivia, Brasil, Uruguay y Paraguay.
En la pared de enfrente contrastan las imágenes de la vida cotidiana de los futuros exiliados: primera comunión, visitas a los abuelos, paseos. Leemos una hoja del periódico clandestino Rebelde, del MIR, de 1975. Y como transición a la sala siguiente, una foto gigante en la cortina, una madre en el aeropuerto en 1976, camino del exilio con sus cuatro niños muy pequeños.
El golpe tuvo una fuerte resonancia en el mundo entero y nunca se olvidó. Un cartel alemán de Amnesty Internacional de 1977 reza: “1500 desaparecidos, ¿dónde están?”; otra, de 1976, del MIR y del MAPU reza en castellano y en sueco: “Exige el respeto a los derechos humanos apoyando la resistencia popular”.
Los exiliados, voluntarios o proscritos, se dirigen a 45 países, unos pasando temporalmente por países vecinos como Argentina y Perú. Poco a poco su viaje y su estancia se organizan ya en Chile; vemos una etiqueta de maleta, proporcionada por el Consejo mundial de iglesias, con nombre y apellidos y dirección en Grenoble, 3 rue René Descartes, o una bolsa de lonja azul del Alto Comisariato de las Naciones Unidas para los refugiados, para uno que debía desterrarse sin pasar por su casa.
En Francia, el gobierno da su beneplácito a la acogida de refugiados el 28 de septiembre de 1973. Los intelectuales más notorios se instalan en París. En Grenoble, que una mujer dice haber elegido por las montañas, “un poco de Andes”, la solidaridad funciona a fondo ya que desde el año 1965 el municipio es de izquierda. Como en muchas otras ciudades francesas rápidamente nacen comités de apoyo: Chile solidaridad, Grupo de apoyo franco chileno, Comité de apoyo a los detenidos políticos chilenos, etcétera. Los primeros exiliados se preocupan de la llegada de otros.
A principios del año 1974 los refugiados son acogidos con urgencia en un centro de Caritas cerca de la estación pero con la ayuda del Ayuntamiento y de los organismos sociales se alojarán en varios pisos cercanos, en la Villeneuve, un barrio muy reciente (1972) poblado por una mayoría de militantes de la convivencia social. Aquí, entre 1978 y 1985, con la ayuda del Servicio social internacional unas cien familias encuentran una ayuda material y moral por parte de las instituciones, de los movimientos asociativos y políticos. No sólo se organizan manifestaciones y mítines a menudo con la participación de las autoridades. Sobre todo se les facilita el aprendizaje del francés, la escolarización de los hijos, los trámites administrativos, la búsqueda de su propia casa y de un trabajo, la formación profesional hacia la autonomía. Se puede decir que tuvieron suerte si nos acordamos de la llegada de cierto “Tren que se paró en Grenoble” con republicanos españoles que al apear fueron aparcados sin agua en pleno verano en el parque de las exposiciones y dirigidos a varios campos después.
El exilio les fue impuesto pero el regreso era una posibilidad, una elección propia. Al principio era un deber, para seguir luchando. Numerosos comités Pro-retorno exigen el derecho a vivir en su patria. Los retornos más numerosos se produjeron poco antes del referéndum de 1988 y en 1990 con el primer gobierno de la Concertación. Pero los retornados fueron mal acogidos por la derecha, desde luego, y por la izquierda que les tildaba de traidores o cobardes. Al hilo de los años muchos niños habían crecido o nacido en Francia. Si unos hijos, sin los padres, se fueron a Chile, otros eran una razón para quedarse en el país de acogida. Mario Benedetti habla, con conocimiento de causa, de exilio y desexilio, de nostalgia y contranostalgia. Una mujer entrevistada dice: “al traer fotos nuestras, de nuestras familias o de nuestros amigos también traemos una parte de nuestro país, de nuestras vivencias.” Otras vivencias tuvieron en Francia, a menudo con conciudadanos. El famoso grupo Quilipayún, nombrado embajador cultural de Chile en 1972 y exiliado en Francia también, actúo en Saint Martin d’Hères en 1975; en esta misma ciudad, José Balmes nacido en Cataluña pero exiliado en Chile a sus 12 años en 1939, y después exiliado en Francia pintó un mural en la pared de la guardería Salvador Allende.
Unos 300 chilenos llegaron en Grenoble a lo largo de 15 años, y pocos regresaron. Llegaron también unos 100 argentinos, así como algunos uruguayos y brasileños. Entre todos formaron asociaciones de solidaridad que organizaban reuniones culturales o de protesta, intervenciones ante las autoridades, etcétera. La más famosa quedará la denuncia de la situación de los derechos humanos en Argentina durante la Copa del mundo de futbol de 1978.
Todavía existe la ASADO (¡), Asociación de solidaridad con los pueblos de América Latina y la difusión de las culturas de origen, creada en 1975 por unos argentinos para agradecer su ayuda a los militantes franceses. Reúne ahora varias generaciones de latinoamericanos y a gente de cualquier país.
Con motivo del 40º aniversario del golpe del 11 de septiembre de 1973 el museo tomó contactos con los refugiados y también con todas las asociaciones de la ciudad y de sus alrededores vinculadas con Chile y América del Sur. Rápidamente entre todos crearon un colectivo, Chile 1973-2013, Memorias y Resistencias, para coordinar un programa de eventos conmemorativos. La recogida de testimonios e objetos de los chilenos “grenoblois”, la colaboración con especialistas universitarios y la cooperación con el Museo de la Memoria y de los Derechos humanos de Santiago que mandó unas fotos de la serie Fragmentos/Memorias/Imágenes. A 40 años del golpe, hacen que se mezclan momentos conmovedores, pruebas concretas y documentos oficiales.
Durante este mes de septiembre tendrá lugar una serie de conferencias, de ceremonias de conmemoración, de películas y exposiciones de fotos con la presencia de varias personalidades chilenas, entre ellas el juez Juan Guzmán que inculpó a Pinochet y que es el protagonista del documental The Judge and the general de Elizabeth Farnsworth y Patricio Lanfranco. Juan Guzmán presidirá una mesa redonda sobre el tema Memoria y justicia.
Dado que el 11 de septiembre inaugurarán una calle Gabriela Mistral, cerca del instituto Pablo Neruda, leamos este fragmento del poema El Desterrado (1992) de otro gran poeta chileno, que también conoció el exilio, Efraín Barquero, fragmento que cierra la exposición:
Un hombre es desterrado a perpetuidad
Y sale con un pedazo de su cuerpo
A vivir a la otra orilla del mundo
A donde solo llega la voz de los muertos.
Lo primero que hace es mirar a esa tierra desconocida
Que se escurre entre sus dedos como el azogue
Y donde sus pasos mueren al andar.
Pasan algunos años, el hombre sigue viviendo
Con los restos de su cuerpo y su alma.
Y la ventana se vuelve
A su propia ventana
Como buscando su habitación en el mundo.