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Elvira Daudet: «Laberinto Carnal». Por: Amando Carabias María.

 

He llegado a la poesía de Elvira Daudet gracias a su blog. Una vez conocida su calidad, mi primera intención fue dedicarle en próximos meses una reseña a su obra poética completa, sin embargo, aún no he reunido todo el material que es necesario para esta tarea y, además, Laberinto carnal, su último poemario, como quien dice acaba de salir al mercado. Cuando lo encontré en el buzón, salté de alegría. No lo esperaba tan temprano, y pensé que era una suerte que no debía desaprovechar. Me lancé a sus versos como quien se arroja a un manantial tras una larga jornada de marcha.

 ( Amando Carabias )

 

 

 

 

 

Elvira Daudet: Laberinto Carnal. Por: Amando Carabias María.

 

 

No es la poesía de la conquense hermética. Más bien hace ejercicio de sencillez y claridad, camina por la senda cuyo horizonte es el del ser humano (tantas veces mujer) que llora, sufre, padece y muere. Para ella el poema tiene sentido si está manchado de arcilla humana. Los versos hermosos, ornamentales, como juegos florales no sirven, mejor dicho hacen daño. El príncipe poeta es perfecto ejemplo, una declaración de intenciones poética: “Y sin embargo el hombre, que oculta tras los signos / como un íntimo saurio hollando los rosales, / nunca tuvo el peso de un gran sueño / ni escuchó los gemidos de otros hombres / cuando el alba se acerca tinta en sangre. / Cerrados los oídos al dolor, él soñaba / con su nombre salvado, abriendo los diarios” 

 

Comienza el libro con un poema que lo marca para el resto de su lectura. Un poema extenso, de connotaciones y formas proféticas, cuando los grandes poetas que escribieron esos libros (Isaías, Jeremías, Oseas, Ezequiel…) prendían fuego con sus palabras a la injusticia que los poderosos cometían sobre el pueblo, sobre ese bíblico resto de Yahvé. No oculta este paralelismo formal, pues lo inicia ‘reescribiendo’ los primeros capítulos del Génesis. El lector se sitúa desde ese principio en el Edén, en su memoria aflora todo lo oído a lo largo de su vida, y, de pronto, esos conocimientos, son puestos en tela de juicio por versos contundentes y diáfanos, extensos como las sombras del atardecer. En un alarde de capacidad poética, tras unas breves pinceladas, nos sitúa ante nuestro propio presente, nuestra época, (sin duda la más calamitosa para el ser humano, y al mismo tiempo la más luminosa, toda una paradoja o quizá un sinsentido). Al lector le parece que nuestra época es la continuación de la salida del paraíso, poco después del asesinato de Abel a manos de Caín. Y tiene razón, porque desde que Caín mató a Abel, el ser humano no ha dejado de hacer otra cosa, como si la humanidad no fuera capaz de salir de ese bucle infernal. Ante nuestros ojos, cada vez más faltos de oxígeno, desfila el horror de las guerras del siglo XX y algunas del XXI, donde los muertos son siempre los mismos, donde los asesinos son siempre los mismos. Comprobar que este poema se llama Palabras mortales no es ningún alivio.

A partir de este instante, al lector le quedan dos opciones. La primera, si se trata de alguien poco dado a enfrentarse a la verdad, cerrarlo y olvidarlo. La segunda, la única posible para el lector de poesía, es prepararse para arrostrar el sufrimiento que aflige a la humanidad, con la conciencia de que en este sufrimiento encontrará, por un lado, algo de purificación a su culpa (aunque sea por omisión todos tenemos algo de eso) y, por otro lado, encontrará la energía para levantarse, para mirar al mundo, para no quedarse como si tal cosa. Para preguntarse, al menos, ¿qué puedo hacer?

Con Peces muertos, tras la declaración de intenciones temática, nos propone la declaración de intenciones poéticas. La poeta reconoce que hace daño a quienes le quieren porque sus palabras no son hermosas palabras sedosas, dulces, engalanadas de rimas y sonrisas… ¿Ante la visión de este mundo atravesado por la injusticia, el dolor, la soledad, el sufrimiento, qué sentido tiene determinado modo de versificar?

No es, ni debe ser, una reseña de un libro un análisis concienzudo de cada poema, pues, de este modo, flaco favor se hace al poeta, al libro y al lector. El lector tiene que adentrarse en los poemas lo más libre de influencias que pueda, y acaso ya me haya excedido. Por ello no hablaré de cada poema, pero sí dejaré algunas pinceladas más.

Espuma de un sueño es el poema que siempre que leo, me emociona hasta la lágrima. No es una emoción superficial, una lágrima fácil que surge después, por ejemplo, de una escena dura en una tragedia, sino una lágrima que pesa en el corazón. Sólo con traer aquí sus versos finales se entenderá a lo que me refiero: “Yo no te vi crecer al aire libre, / como crecen alegres otros niños, / sino bajo la tierra, donde esperas, / paciente como el lirio que malogró la helada, / a que llegue tu madre desatenta. / Perdóname, amor mío, la tardanza”.

Perfume es el primer poema donde la herida de los malos tratos a la mujer se hace verso. Lacra de la historia humana que después de tantos siglos aún avergüenza a nuestra especia

Mujeres se ubica casi en mitad del libro, y quizá no sea casual. De nuevo las mujeres como tema de la poesía. Se trata de un poema que viene a situar con la valentía de lo incorrectamente político la realidad de un asunto sobre el que se generaliza en exceso. Daudet huye de esa generalización para llegar al meollo de la cuestión, porque aún así son mayoría las mujeres sencillas, con los ojos de agua / y la carne de harina.

Herencia de Pandora me parece un poema necesario, un grito rebelde, de alguien que vio frustradas todas sus expectativas porque las ideas de los suyos fueron las derrotadas en la guerra incivil. Conviene que no se olvide que no sólo quienes tuvieron que huir al exilio, eran quienes empuñaban la bandera de la libertad. Muchos aquí vivieron sojuzgados, pero no por ello dejaron de pensar y creer en lo mismo.

El amor apasionado también tiene cabida en este libro. Sustancia ardiente es uno de ellos, un amor existencialista. Pura carne sin más aditamentos que la pasión y la sangre encendida. “Quema mi piel otra piel que me busca / con ansia, estremecida / como una flor el sol de la mañana / y navegamos juntos como peces”.

Como una profecía de lo que sucede en España, y que llamaremos para entendernos 15-M, ya muy próximo al final del poemario nos encontramos con Todo es aire. Se trata de una radiografía de este mundo que nos hemos construido de mentira y aire. ¿Quiénes son los mercados? ¿Por qué endeudarse es tan horrible? ¿Dónde están quienes eligen al gobierno del mundo? Y uno, con su habitual dosis de utopía, pediría que este poema figurase como editorial de todos los periódicos (al menos los llamados progresistas) unas cuantas semanas. Como si muchos jóvenes lo hubieran leído, han decidido contradecir a la autora que acaba así el poema: “¡Ay, juventud llevada sin un grito al límite del hombre, pueblo mío / cuya lengua no entiendo, que ya no entonas himnos / de insumisión ni corres a cambiar el corazón podrido de la historia!”

En muchas ocasiones se habla sobre la inspiración, sobre lo bonito que puede resultar escribir un poema, lo bello que resultan las imágenes, o el ritmo. Hay mucho de leyenda en semejantes ideas. Elvira Daudet no se resiste a concluir su obra sin dar su opinión al respecto. El último poema de Laberinto carnal es Versos de doble filo que a la postre es un tremendo ejercicio de sinceridad sobre el laboreo cotidiano del poeta. Estos son sus versos finales, que también lo son del libro: “¡Qué dilema!, si escribo llora ella, / si no lo hago me muero, / porque ya sólo escribo para seguir viviendo” Quizá quien lo lea y no escriba, no lo crea del todo; quizá piense que se trata de una licencia poética más de las muchas que pueden salpicar un poemario. Pero en estos versos finales está la última razón del oficio de poeta, el último impulso que lleva a tomar la pluma y escribir. Y en el fondo, también está es la razón por la que me atrevo a recomendar este libro, publicado hace muy pocos meses.

Si los poemas tienen alguna utilidad (algo improbable en su sentido pragmático) ha de ser para cuestionar al lector, para inducirle hacia la reflexión. Laberinto carnal no deja indiferente a nadie. Elvira Daudet escribe con un cuchillo para no quedarse en la superficie de las cosas, para ayudarnos a penetrar en la profundidad del ser humano y de cuanta miseria le rodea. Esta es la necesidad de los poetas, de los grandes poetas, entre los que debiera figurar por derecho propio Elvira Daudet.

 

 

 

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  • Leonel Licea

    junio 13th, 2011

    Tuve la misma suerte que Amando, encontré en el buzón el libro hace ya más de un mes y no no pude que detenerme a leerlo y hacer mío ese laberinto de reflexiones, y denuncias que no pasa indiferente.
    Hay personas, como Elvira, que a través de las letras saben llegar, entrar y acomodarse – sutiles y etéreas – en el alma de quienes las conocen para no salir nunca más. Quien lea este libro, vivirá esta sensación que tan bien Amando nos describe con su artículo.
    Saludos a todos y un abrazo a Amando.
    Leo

  • Flamenco Rojo

    junio 13th, 2011

    Un gran descubrimiento sin duda…Abrá que hacer una incursión en su obra.

    Sobre la utilidad de la poesía…ya lo confirmas tu, sirve entre otras cosas para la reflexión.

    Un abrazo.

  • Flamenco Rojo

    junio 13th, 2011

    ¿Habrá sin «h»?…Pero bueno en que estaría pensando…joder joder joder, si la pequeña Carmen viera la palabra sin la puñetera «h»…cualquiera la aguantaba.

  • Mercedes Pinto

    junio 15th, 2011

    He tenido oportunidad de conocer algo de la obra de Elvira Daudet a través de su blog, decir que su poesía no deja indiferente sería del todo injusto, poca cosa para definir el estremecimiento, el desgarro que siento a medida que asimilo sus versos. Su poesía te atrapa y te arrastra a las entrañas de la condición humana. Ella es capaz de dar la vuelta a la luna y enseñarte con su maestría poética y e inteligentisima mirada, su lado oculto. No escribe para complacer al lector y ayudarlo a dormir con versos-nanas a última hora del día, muy al contrario, ella grita con sapiencia para despertarlo y hacerle tomar conciencia. De amor «rosa» ya hablan muchos, Elvira se compromete y nos habla de la relación de AMOR/ODIO del hombre con el mundo y su existencia, así, con MAYÚSCULAS.
    Impresionantes los poemas de Elvira Daudet, ahí lo dejo.
    Saludos.

  • Marina

    junio 21st, 2011

    Ay Amando!!!

    Preciosa forma de presentación, invita a que una se interese por leerlo.

    No sé si estará por alguna librería aquí en Pontevdra.
    Veré si lo encuetro, sino, iré al blog de Elvira y le preguntaré donde puedo pedirlo.
    Un beso.

  • catherine

    junio 25th, 2011

    Amando confirmas en esta reseña lo que sentí al escucharla en un vídeo: la sincerad de Elvira Daudet, sus gritos, su forma de hablar (y de escribir) de modo sencillo y fuerte. Se entiende que la aprecias mucho y nos da ganas de conocerla mejor.

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